En 2017 Mariano Cattaneo realizó DEL AMOR A LA MUERTE, una serie animada en formato web basada en los clásicos cuentos del maestro del horror Edgar Allan Poe. Si bien en aquellos años se la podía ver a través de Youtube, desde hace algún tiempo, se la subió a la plataforma de Cine.ar para que todos la puedan disfrutar de manera gratuita y en la comodidad del hogar. La serie es una interesante forma para ingresar en el universo de uno de los autores más prolíficos de la literatura mundial (y en especial, del género terror) y, además, puede servir como un buen anzuelo para atraer al público infantil o juvenil y acercarlos a estas verdaderas joyas de la literatura que, de manera indiscutida, ya son un clásico universal que cautivan a públicos de todo el mundo sin distinción de clases ni etnias.
Las vicisitudes del mundo moderno moldean y definen la vida de los seres humanos que lo atraviesan. Así es como las guerras, el terrorismo extremo, el cambio climático, los atentados con bases xenófobas y homófobas, los desplazamientos humanos, la falta de oportunidades o el exceso de capitalismo salvaje definieron el modo en que se está desarrollando el primer cuarto de siglo sin demostrar aún, modos alternativos de supervivencia.
Que Hollywood y el star system americano fueron, son y serán una picadora de carne nadie lo puede negar. Sobre ese tópico trillado hasta el cansancio y una necesidad innegable de mostrar las filias y fobias de las que padece el corazón del mundo del entretenimiento es que la directora francesa Coralie Fargeat construyó una de las películas más interesantes de los últimos tiempos no sólo por la renovada y particular forma de abordar el tema sino por cómo experimentó con el lenguaje cinematográfico. En La sustancia Demi Moore interpreta a Elisabeth Sparkle, una famosa profesora de gimnasia que desde hace años lidera la audiencia con un programa de esos que abundan en las mañanas y que tienen a las amas de casa como fieles seguidoras.
En 1981 la escritora y dramaturga Griselda Gambaro escribió una pequeña obra teatral titulada "Decir , sí" para estrenarla en el por entonces Teatro Abierto de Buenos Aires, verdadera resistencia en aquellos años en los que la dictadura desaparecía personas y ejercía uno de los planes de exterminio más sangrientos de toda la historia nacional. En dicha pieza, un hombre común ingresa a una peluquería y se encuentra con un peluquero despiadado, un tanto psicópata y que termina reduciendo al pobre cliente a la calidad de humillado y víctima de su abuso de autoridad. La crítica consideró a la obra una clara metáfora de la situación de autoritarismo que padecía el pueblo argentino y, en poco tiempo, se transformó en un veradadero clásico del teatro contemporáneo.
Una pareja de rusos (Andrei, un escritor y Eugenia, una traductora) llega hasta unos baños termales en la ciudad de Vignoli, una antigua y alejada población de la península itálica. En el lugar, se dan cita los más extraños personajes (poetas, escritores, artistas plásticos, personas con desequilibrios emocionales) y conviven diariamente pasando sus días en la más apacible de las estancias.El motivo por el cual Andrei viajó desde su Rusia natal, es poder recabar la mayor información posible acerca de Ravel Sasnowsky, un compositor de música clásica que por el 1700 habría usado los baños como sitio elegido para inspirarse y llevar a cabo su prolífica obra. Eugenia, la mujer que lo acompaña y que debe oficiar de traductora, está enamorada de él, pero Andrei ni siquiera lo intuye.
El genocidio perpetrado en 1915 a manos de los turcos para eliminar a buena parte del pueblo armenio significó, desde entonces, un tópico para el desarrollo de diferentes manifestaciones artísticas. Si bien una enorme cantidad de pintores, músicos, escritores y poetas trasladaron a sus artes uno de los más traumáticos episodios de la humanidad, fue el cine quien alcanzó –por su efecto de masividad y su cualidad para trascender fronteras lingüísticas y culturales- el reconocimiento mundial de la tragedia vivida por el colectivo armenio.
En 2019 Pedro Almodóvar estrenó su película número veintiuno bajo el título Dolor y Gloria y allí contó la historia de Salvador Mallo, un cineasta sesentón con varios problemas de salud y al que se la ha vuelto casi imposible seguir filmando. A partir de ese conflicto existencial (para muchos quizás no lo sea, pero para un cineasta el no poder filmar, sí lo es) y con el correr de la trama, el espectador acaba descubriendo que el Salvador de la historia en realidad es él y que su pelo canoso, los afiches de los años 80 y esa nostalgia que arrastra fotograma tras fotograma no habla sino de lo que le está sucediendo en ese momento, ya con su madre recientemente desaparecida y con una serie de patologías lo alejaron de los sets durante un largo tiempo.
Redactor/Editor
Periodista, Crítico de cine y docente. Desde 2004 edita el presente sitio y realizó coberturas de festivales de cine nacionales e internacionales, además de colaborar con diferentes medios gráficos y radiales de habla hispana. Actualmente dicta cursos de cine a través del sitio www.cursosdecineonline.com