tiempo estimado de lectura : 5
09 Nov
09Nov

EL DISCRETO ENCANTO DE LA CINEMATOGRAFÍA

Las dictaduras y los medios de comunicación nunca pudieron consolidar una pareja estable. En casi todos los sistemas autoritarios o fundamentalistas del siglo XX su control sistemático significó una de las piezas fundamentales para promover el pensamiento homogéneo (entiéndase acrítico y pasivo) y sostener la estructura ideológica de los regímenes, y Rumania, con las casi cuatro décadas del invierno de Ceaucescu no fueron la excepción.

El caso rumano quizás sea uno de los mas interesantes para reconstruir los años del avance soviético en territorio europeo ya que en ese corto período (aunque no por ello menos intenso) el mundo occidental inició un desarrollo vertiginoso en el mundo de las telecomunicaciones que impactó de manera inequívoca en casi toda la comunidad internacional (algo que algunos años más tarde pensadores como Zsygmunt Bauman bautizarían con el nombre de Globalización). 

Pero lo cierto es que en Rumania, al igual que en los otros países que formaron el bloque de repúblicas socialistas soviéticas el rechazo a las políticas internas aplicadas por sus dictadores -y el control insostenible del soviet- les permitió desplegar alternativas para sobrevivir en una realidad que cada vez se encogía más (en base a prohibiciones) y les quitaba el aire cultural e ideológicamente.

El cine, en ese sentido, entendido como espejo-representación de las realidades humanas y como ventana para descubrir aquellos mundos que exceden los límites de las fronteras significó, para aquellos países de Europa del este, una forma de resistencia al régimen y un modo de sobrevivir en medio de la mas oscuras atrocidades que se llevaban a cabo en nombre del Kremlin y la cruda opresión que los llevó a pensar que jamás podrían abandonar la estructura de tiranía bajo la cual les tocó vivir.

Luego de la muerte de Ceaucescu, ese mismo cine que en aquellos años supuso una medicina para paliar el dolor de sus almas oprimidas supo encontrar una identidad propia y comenzó a exorcizar, a través de la pantalla, muchos de los demonios que permanecieron acallados o anestesiados y que era necesario extirpar para poder comenzar a contar una nueva historia. Así comenzaron a rodar por el mundo producciones como 12:08 al este de Bucarest, La muerte del Sr. Lazarescu, Pa-ra-da, Policia Adjectiv o la reciente Cae la noche en Bucarest, donde el juego del cine dentro del cine supone un homenaje al séptimo arte, basado seguramente en la vital importancia que tuvo para sus pobladores en aquellos años.

Sin embargo, más allá de las ficciones mencionadas (todas de un gran nivel y que alcanzan el propósito de cine-espejo) los rumanos aún no han logrado desplegar una gran labor respecto del género documental, el cual parece encontrarse en una fase de “work in progress” y que supone un terreno fértil para aquellos nóveles cineastas que quieran indagar en aquella forma para contar las realidades –pasadas o actuales- relacionadas con la transición que significó el traspaso de un mundo bipolar a una Europa posmoderna, decadente y poco adepta a integrar a aquellos que supieron estar del lado donde, en apariencias, habitaba el mal.

ESA MUJER

En Chuck Norris Vs. Comunismo la directora se centra en el Bucarest de 1985, cuando los rumanos ya habían soportado veinticinco años de dictadura sobre sus espaldas. Los medios de comunicación locales (sólo dos canales de televisión que transmitían dos horas al día y unas pocas señales de radio, también intervenidas) se encontraban en el punto más alto de su control y el cine, de modo clandestino, parecía ser la única alternativa para acceder a esos otros mundos que creían alejados de la gris realidad que les ofrecía la radicalizada cúpula del Soviet.

Teniendo en cuenta que todo aquello que se prohíbe acaba al final siendo cometido muchos de los rumanos comenzaron a hacerse de videocaseteras que ingresaban de manera ilegal desde Alemania o de otros pasos fronterizos y eso produjo que se diera en el interior del país, una producción masiva de copias pirata de aquellos éxitos que el mundo occidental consumía en las salas de las grandes ciudades y que, en Bucarest, como en el resto de las otras ciudades sólo se podían proyectar en los livings de las casas de manera clandestina.

Apenas desplegada la industria y con un gran éxito alcanzado sotto voce, la cuestión del idioma se transformó en una segunda complicación ya que el inglés estaba prohibido y solo se podía hablar rumano o ruso (sólo algunos mas intelectualizados y con acceso a la universidad manejaban italiano o francés). Así es como ante esa cuestión hace su ingreso Irina Nístor una mujer que durante años se había dedicado al doblaje de otras películas –las oficiales- y que a partir de ese momento decide resistir únicamente a través de su voz, traduciendo los más grandes éxitos del cine internacional desde un estudio montado en una mansión alejada.

Dos frases surgidas de los testigos entrevistado bien podrían significar la hipótesis del film y ayudan a entender el porqué de la reivindicación de la directora acerca de la figura de la doblajista. “La voz de Irina era la segunda voz mas escuchada después de la de Ceaucescu” dice uno de los testimonios de los personajes que, velados tras la mas absoluta melancolía, cuenta la experiencia de cómo era compartir los livings repletos de vecinos que se juntaban noche tras noche, de manera oculta, a disfrutar de las producciones como Dirty Dancing, Taxi Driver, Novecento, La laguna dorada o Volver al futuro. Y la otra, esbozada por otro compañero de aquellos años dice que “Las noches de video eran lo único que nos ayudaba a sobrevivir”.

Ahora bien, la figura de Irina adquiere un valor superlativo cuando el espectador recibe la información de que además de doblajista clandestina, trabajaba como locutora en un ente oficial del gobierno por lo cual debía llevar a cabo una doble vida y lidiar con la posibilidad de ser asesinada en el mismo momento en que algunos de los agentes que colaboraban con ella la descubrieran. 

Pero más allá de ubicarla en un espacio de popularidad y evidente afecto hacia su labor, la figura de Irina se materializa como un verdadero mito en el imaginario rumano al conocer el dato de que durante años nadie supo cual era su verdadero rostro y sólo conocían de su existencia por los créditos que aparecían en el inicio o el final de los films que veían noche tras noche. (Incluso el documental alimenta ese misterio hasta el final, representando a Irina con una actriz que evoca su obra y le pone un rostro a aquella voz que portaba por un lado un enigma y por el otro, la posibilidad de que el público comprendiera aquello que se decía en las historias que tanto les gustaba mirar)

 EL CINE COMO REPRESENTACIÓN Y COMO LEGITIMADOR DE CONDUCTAS SOCIALES

Con el micrófono abierto y el botón de play pulsado, Irina comenzaba a ejecutar su poder. Mediante las acciones que sucedían en las películas que doblaba, la locutora podía decir palabras vedadas por el comunismo tales como “Comunista”, “Santa Claus”, “Cristo”, “Iglesia” (en una relación imposible con la política de aquellos años) o diferentes insultos y calificativos sobre el régimen o los personajes que lo materializaban.

Pero allí surge una línea de pensamiento interesante y es la relacionada con el rol del cine como representación y creador de imaginarios, sobre todo en el público adolescente o joven que busca su lugar en el mundo sea cual fuere que le haya tocado. Así es como la directora decide exponer la historia de un hombre cuarentón (adolescente por aquellos años) que relata de que manera la saga de Rocky encarnada por Stallone le cambió la forma de pensamiento y lo llevó a entrenar duramente casi todos los días, comer huevos batidos en ayunas (tal como el desayuno de Balboa) y levantarse cuando Bucarest aún dormía para correr y ver el amanecer no desde el Central Park sino desde alguna plaza monumental de esas que el dictador mandó a construir cuando soñaba hacer de la ciudad la París bolchevique.

La otra línea de pensamiento que se observa en el relato es la que relaciona al cine como un medio de socialización y motivación para el intercambio de experiencias humanas. Por aquellos años las reuniones de mas de tres personas eran consideradas peligrosas e incluso podían ser detenidos quienes violaran la norma, pero las reuniones en las casas de familia frente al televisor se transformaron en el modo de evasión propicio para fomentar el intercambio de ideas, de experiencias y también de fobias y frustraciones totalmente comprensibles dentro de aquel marco opresivo.

Chuck Norris Vs. Comunismo es una gran producción documental del nuevo cine rumano. Mediante un tema poco explorado y con los recursos del género explotados hasta su máxima expresión deja al descubierto no sólo las privaciones sufridas por el pueblo rumano en los años de la Guerra Fría sino que además expone la verdadera naturaleza de su gente. El caso de Irina, por lo tanto, queda reducido a una simple excusa para contar aquellos años y deja en claro que luego de la muerte del dictador su voz se corrió un lugar y ocupó acertadamente el primer puesto. ¿Qué menos se podría pedir para quien, en medio de la  oscuridad mas absoluta, supo con su voz alimentar la imaginación, y a través de ella, la esperanza de toda una generación?

CHUCK NORRIS VS. COMUNISMO (2014) HBO Romania (Coproducción Reino Unido-Rumanía-Alemania; Vernon Films / Passion Pictures / Impact Partners / RatPac Documentary Films / 4 Proof Film / OpenVizor), Dirección y Guion: Illinca Calugareanu, Elenco: Ana Maria Moldovan, Irina Nístor, Música: Rob Manning, Anne Nikitin, Fotografía: Jose Ruiz, (90´-Color)

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.