tiempo estimado de lectura : 2
12 Aug
12Aug

El telón despegó del piso y su cuerpo desnudo y cuidadosamente contorsionado encendió la imaginación de los espectadores. Los acordes de un violoncello que vibró indolente desde un rincón del escenario y el humo coloreado por las luces completaron la escena. El rito sagrado del acto teatral comenzó y Carlos Casella, solo con su piel y su corazón como instrumento, fue el maestro de ceremonia que durante casi más de dos horas hizo brotar de su boca veraderas burbujas sonoras y, con cada una de ellas reafirmó el contrato de fidelidad que mantiene desde hace años con su público.

Las primeras estrofas de La distancia de Roberto Carlos les hizo caer en la cuenta a los oyentes que el viaje sería una clara metáfora de lo más variopinto de la condición humana y que en ese repertorio no faltarían el desamor, el desengaño, el masoquismo, el irrefrenable deseo que corroe y mata cuando no es escuchado, los inolvidables acordes de una bossa nova celosamente rescatada, la vuelta a las raíces argentinas y la reivindicación de uno de los primeros himnos al amor que tuvo como protagonistas nada menos que a dos mujeres. Con ese rosario sonoro y una puesta que embelesó tanto como lo que emocionó, el genial Carlos Casella deleitó a una sala repleta en la función del 10 de Agosto en el Teatro ND Ateneo Buenos Aires.

Dueño de un talento superlativo y un savoir-faire que lo posicionan como un verdadero hallazgo dentro del espectáculo argentino, Casella deja en claro que la mixtura entre música y teatro es lo que mejor se le da. Así es como en cada una de las interpretaciones que realiza, el cuerpo no solo es un instrumento expresivo y receptáculo desde donde emana su voz sino que, también, es el medio más idóneo para que muera lo profano y lo sagrado se imponga en su máximo esplendor.  

Es por ello que en cada una de las canciones atraviesa un sinfín de estados de ánimo los cuales se reflejan en las diferentes posturas que realiza tanto en el espacio terrenal como en el etéreo (sin dudas, en este sentido el mejor momento de la noche fue cuando regaló un pase de Tanztheater y dejó al público inmerso en el más absoluto silencio el cual sólo se rompió cuando finalizó el número y el aplauso unánime se adueñó de la sala)

De esa forma, durante poco más de dos horas, el artista cautivó a su público y le entregó aquello que aquel fue a buscar a su concierto por considerar que sólo el se los puede dar. En ese sentido y teniendo en cuenta que su con su cuerpo dúctil, su "duende" y su voz a medio camino entre rota y aguda obsequió una noche para el recuerdo y que quedó en el recuerdo de sus fieles seguidores. 

Ya sobre el final y ante el pedido expreso de la audiencia que lo vivaba para que volviera el escenario regaló tres bises: Soy paz, soy pan , soy más de Piero (y que grabara la inolvidable Mercdes Sosa), Quereme, tengo frío de Marilina Ross y Cuchillito, de su propia autoria y con ellos, puso el broche de oro a la velada. Una vez más su show significó un momento de esos que se agradecen y donde es grato sentirse parte de la cofradía. 

Puto y Orquesta ND ATeneo, Carlos Casella (Voz y actuación) Pedro Onetto (piano), Nicolás Rainone (contrabajo), Tomás Carnelli (guitarra), Benjamín Báez (violonchelo) y Gustavo Lesgart (bailarín y coreógrafo)

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.