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23 Aug
23Aug

Desde tiempos inmemoriales el hombre supo delimitar espacios y crear, a partir de estos, categorías e identidades propias para diferenciarse del resto. Así, por ejemplo, los babilonios crearon un mapa en el cual el mundo conocido no abarcaba mucho más que el espacio de la misma Babilonia y llegaron incluso a calificar aquello que se encontraba al otro lado de las montañas como “la tierra oscura donde ni siquiera el canto de los pájaros se oye”

Heródoto por su parte ideó un mapa conocido como mapa del mundo antiguo y, partiendo de Atenas como el corazón del universo, representó aquello que conoció gracias a su espíritu viajero y también categorizó a los pueblos que él creía que vivían más al norte o al sur y alejados de su centro gravitacional.

De esa forma, tomando como base los ejemplos que nos brinda la historia podemos definir el modo de pensamiento planteado por Cristian Mungiu en Más allá de las colinas, una pieza interesante que se centra en el modo de vida y de pensamiento de un convento ortodoxo ubicado en las afueras de Bucarest luego de la llegada de una visita inesperada.

Quien con su llegada da significación a la trama es Alina, una joven que vuelve a su país luego de haber pasado algunos años en Alemania (a qué se dedicaba es un gran misterio que jamás se devela) y decide reencontrarse con Voichita, su amiga de la infancia en los años en que juntas vivieron en un orfanato y que ahora se encuentra en un convento ortodoxo al servicio de Dios.

Apenas instalada en el convento Alina intenta convencer a Voichita para que viajen juntas a Alemania y se embarquen a bordo de un crucero para trabajar como camareras y vivir una experiencia compartida, como hace años no tienen. Pero una vez enterado el sacerdote del convento mantiene una charla con Voichita e intenta convencerla de que su vida está en el convento, que Dios le puso en el corazón una vocación sacerdotal y que no viaje por que “quienes se van y atraviesan las colinas nunca vuelven iguales que antes”.

Sin embargo, pese a las presiones del sacerdote, Voichita quisiera vivir la experiencia con su amiga y decide comenzar los trámites en la embajada por si en algún momento, cuando Alina deba marchar se decida a acompañarla para que no se sienta tan sola ya que ambas son la única familia que tienen y son más que importantes la una para la otra.

Pero antes de que llegue el momento de tomar la decisión, el destino les juega una mala pasada y hace que Alina se desestabilice física y emocionalmente durante su estancia en el convento y comience, a partir de entonces, un derrotero que en el transcurso de la trama deja en claro que se funda más en una base relacionada con los dolores del ser que con alguna manifestación orgánica conocida. 

Y es en ese momento donde el sacerdote comienza a actuar de acuerdo a lo que dicen las sagradas escrituras ya que reconoce en los síntomas de la joven una gran cuota de dolor por saberse pecadora y no poder expresarlo (“Nadie que no se confiese puede intentar ser feliz” repite todo el tiempo intentando la confesión de Alina).

Por lo tanto Alina, motivada por su amiga que ve en el sacerdote al gran dueño de la verdad le pide que confiese algunos de sus pecados, pero lo cierto es que, lejos de lograr una mejoría lo único que hacen es que  se agrave más la situación clínica de la joven dado que  no solo vocifera y se retuerce en la cama como una poseída sino que, además, intenta suicidarse arrojándose al aljibe del patio.

Para entonces, luego de una internación que la devuelve al convento, ya no les quedan dudas a ninguno de los que integran la comunidad religiosa: Alina ha sido poseída por el demonio y deben llevar a cabo un ritual de exorcismo que implica varios días de liturgia, al modo ortodoxo.

Si se tiene en cuenta que una de las características del cine rumano es que prima lo gestual y las expresiones por sobre los textos declamados o grandes hazañas interpretativas, la escena del exorcismo tanto por la extraña estética (con una horda de monjas ortodoxas vestidas de negro intentando sostener el cuerpo de la joven donde habita-según ellas- nada menos que el demonio), la iluminación difusa (que por momentos torna a la escena elíptica) y el aspecto sonoro en el que se despliegan los rezos, los gritos y los jadeos de la pobre Alina representa una de las más logradas y sensacionalistas que se haya visto en ese cine.El film claramente es una crítica mordaz hacia los dogmas ortodoxos imperantes en Europa donde, aún hoy, se mantienen incólumes. 

El director deja en claro lo peligroso que puede ser el binomio integrado por ortodoxia religiosa e ignorancia, ambas presentes en la historia contada y que terminan siendo el medio para justificar algunas abominaciones como la que llevan a cabo sobre la persona de Alina. 

Es sorprendente como esta idea se construye en el guión desde algunos indicios (el sacerdote, por ejemplo, no siempre fue tal y antes de serlo era un laico común,  empleado en una usina que un día vió un ángel y éste le reveló la vocación sacerdotal) y también desde algunos diálogos que dejan entrever cierta dicotomía entre lo que se dice y lo que se hace (como cuando una de las monjas se desmaya al cortar un leño y encuentra una cruz negra pintada en la corteza y el sacerdote le pide que se levante y que “dejen de ver cosas donde no las hay”). 

Entre otros elementos es digno destacar también la forma en que son mostradas las instituciones ya que tanto el orfanato donde fueron criadas las muchachas, como el mismo convento (o el hospital) dejan de ser los espacios que cumplen la función para las cuales fueron creadas y pasan a ser quienes suplen las necesidades que el Estado rumano no puede cumplir (trauma sin respuesta que atraviesa como hilo conductor todo el nuevo cine rumano surgido luego de la caída de Ceaucescu).

MAS ALLÁ DE LAS COLINAS (2012-Rumania en coproducción con Wild Bunch / Mandragora Movies / Mobra Films / Why Not Productions / Les Films du Fleuve / Fonds Eurimages du Conseil de l'Europe / Romanian National Center for Cinematography, ), Dirección y guión: Cristian Mungiu, Elenco: Cosmina Stratan, Cristina Flutur, Valeriu Andriuta, Dana Tapalaga, Catalina Harabagiu, Gina Tandura, Vica Agache, Nora Covali, Dionisie Vitcu, Ionut Ghinea, Fotografía: Oleg Mutu (150´- Color)

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