Cuando Emir Kusturica apareció en el mundo cinematográfico con Underground difundió una idea de Europa del este que se afincó durante las décadas que sucedieron. Así es como luego de aquel recordado film, muchos pensaron que los países del este europeo eran lugares donde sucedían las situaciones más bizarras y donde habitaban los seres más desquiciados que se pudieran ver en el mapa del viejo mundo.
Es innegable que la llegada de la globalización revirtió en gran parte esa mirada sobre los países que desde la Segunda Guerra Mundial formaron parte del bloque comunista. Con el correr del tiempo dejaron de ser vistos como espacios en los que se desarrollaban historias hiperrealistas y comenzaron a mostrar las duras realidades (esas que no había que forzarlas bajo ficción ya que de por sí solas eran lo suficientemente dramáticas) y que durante los años de la guerra fría mantuvieron ocultas bajo la alfombra del silencio.
Lo cierto es que aquella mirada no sólo dejó en el imaginario colectivo una forma de mostrar sino que, además, marcó una particular estética la cual fue perfeccionada gracias a la conjunción de otras artes como la música (de hecho Kusturica en paralelo desarrolló su propio proyecto musical), la plástica y la danza.
Y ella es tomada por el director Silviu Purcarete para contar un cuento de difícil clasificación, en un tiempo y espacio imaginarios pero que remiten, inevitablemente, a los años de la dictadura de Ceauceascu.En algún lugar de Palilula es un film que cuenta la historia de Serafin, un pediatra venido desde Bucarest a Palilula para ocupar un puesto que estaba vacante. Al llegar se encuentra con un pueblo totalmente vacío, ya que todos están en la morgue cercana a la plaza principal aguardando los resultados de la autopsia del Dr. Pantelico, director del hospital y que aparentemente murió por haber ingerido un guiso de hongos venenosos.
Totalmente invisibilizado por el pueblo, Serafín llegará hasta el hospital y allí descubre que el lugar es una verdadera hecatombe (esa noche los enfermeros y médicos habían montado una orgía en el lugar) ya que no existe el más mínimo atisbo de atender a los pacientes, quienes deambulan por el lugar como si fueran fantasmas de un castillo en ruinas. Sin embargo, las ganas desarrollar su profesión y progresar en el mundo de la salud, lo hacen no tomar muy en cuenta esas situaciones y pasa la primera noche en una habitación improvisada en el laboratorio del nosocomio.
Al otro día, cuando los resultados de la autopsia arrojan que el director del hospital fue asesinado, Serafín comienza a conocer a algunos de los personajes más increíbles que se hayan visto en pantalla y todos agrupados en una misma historia (dos hermanas gemelas que son las farmacéuticas del pueblo, un hermafrodita que cambia de sexo según las fases de la luna, una empleada ninfómana que limpia el hospital, un médico negro – toda una rareza en la Rumania de Ceauceascu- y una saga de personajes que bien podrían haber habitado en la Transilvania del Conde Drácula).
Pero no sólo la noticia de la verdadera causa de la muerte del médico será la que le provoque cierta conmoción a Serafín sino que, lo peor, llega cuando descubre que en el lugar no tendrá trabajo ya que no hay niños, debido a una creencia popular de que cada vez que nace un niño debe morir un adulto. Acto seguido le surge la gran duda de para qué lo habrá convocado el Dr. Pantelico y comienza a plantearse sino correrá la misma suerte que aquel.
Mientras tanto, y en medio de las dudas Serafín acaba relacionándose con los personajes del pueblo y forjando algunos vínculos interesantes, los cuales le hacen caer en la cuenta de que quizás deba permanecer allí y ayudar como médico al resto de sus compañeros que nunca cumplen su función como corresponde.
Cuando se conoce la historia de Rumania y la sensibilidad de su pueblo es imposible no vislumbrar muchos de los temas que se desprenden de la trama (la evocación por el tiempo pasado, una dura crítica al comunismo como el causante de la infelicidad del pueblo, las carencias y las penurias económicas y la exhibición de una escala de valores distorsionada ejemplificada en la frase:“En Palilula la comida es capricho y el alcohol una necesidad”).
Respecto a lo técnico el film supone un gran despliegue de producción ya que la mayoría de los espacios están construidos en estudio y muchas de las escenas están grabadas en largas tomas con travelling, lo cual les da una estética y una sensación de continuidad mas que interesante. Además, el hecho de haberla escrito tomando características y elementos de varios géneros ( tales como el drama, la comedia o el musical) le dan un ritmo y una riqueza que por momentos produce demasiada exaltación en el espectador (como se advierte en el cine de Kusturica).
En el transcurso de la historia es imposible no advertir algunas de las influencias que el director exhibe, ya que por momentos aparecen imágenes similares a la Delicatessen de Jean Pierre Jeunet, a la Roma de Federico Fellini y, por supuesto, a muchas del cine de Emir Kusturica (aunque la que más se impone es Underground en la recordada escena de la fiesta de casamiento).
Por ello, En algún lugar de Palilula es un film muy recomendable, sobre todo para aquellos que gustan del cine de Europa del este, con sus temáticas, cuestiones y estéticas tan particulares. La película es una muestra más del talentoso movimiento de cineastas de los últimos tiempos agrupados bajo el calificativo de “Nueva ola rumana” y que hace foco en las cuestiones tanto pasadas como actuales pero siempre afectadas por la historia de los últimos cincuenta años.
EN ALGÚN LUGAR DE PALILULA (2012, Rumania), Dirección: Silviu Purcarete, Elenco: George Mihaita, Razvan Vasilescu, Constantin Chiriac, Áron Dimény, Fotografía: Adrian Cilisteanu, Música: Vasilé Sirli (145´, Color).