La madre superiora del convento le anuncia a Ida que antes de su ordenación y la toma de los votos debería visitar a su tía, único familiar que le queda. La joven pregunta si es necesario y, ante la afirmación de la monja, pese a su cara de descontento, le contesta que lo hará y que preparará las valijas para partir cuanto antes.
Con esa escena que evoca el inicio del conflicto en la Viridiana de Buñuel, Pawel Pawlikowsky comienza una historia que no podría entenderse de otra manera más que como una consecuencia directa de los años posteriores al traumático holocausto de la Segunda Guerra Mundial.
Ida es una joven que desde que tiene conciencia fue criada en un convento, con lo cual no conoció otra cosa en su vida y es por eso que optó por la religiosidad monacal como único destino posible. Desde niña, al preguntar acerca de sus padres, las religiosas le contestaban que la habían llevado allí debido su estado de orfandad y que nada sabían de sus padres.
Pero lo cierto es que la historia cambia cuando llega a la casa de su tía y ésta le cuenta que, en realidad, tiene otro nombre y le revela la verdadera identidad de sus padres que habían sido un matrimonio judío del cual no se tenían novedades desde los años en que el aparato del Holocausto se había puesto en práctica. A partir de allí Ida tendrá que afrontar dos problemas; por un lado, investigar donde se encuentran los restos de sus padres para brindarles una sepultura digna y, por el otro, lidiar con su tía que es una importante fiscal pero a la vez un ser acomplejado, solitario y cargado de fantasmas del pasado que no la dejan desarrollar una vida plena y sana.
Desde el mismo momento del encuentro, la tía de Ida decide ayudarla en la empresa de la búsqueda de los padres (del cual el progenitor de la joven era su hermano) y se montan en su auto blanco por las desoladas carreteras polacas a la vez que van develando el modo de vida de los pueblos por los que pasan que demuestran el atraso y el modo de vida rural promovido por el estado comunista polaco de la década del sesenta, en la cual transcurre la historia.
Mientras van de pueblo en pueblo en pueblo buscando una información que las acerque al encuentro de los cuerpos, se encontrarán con un joven saxofonista que hace dedo en la ruta intentando que alguien lo lleve a un hotel cercano donde dará un concierto, que es casualmente el mismo donde ambas mujeres tienen pensado pasar la noche antes de seguir en el camino.
Como si se tratara de aquel joven mitológico de Teorema dePasolini, este hombre se transformará en el alter ego de ambas mujeres, haciendo que la tía encuentre en sus twist una forma de descomprimir su negra existencia y en Ida, la posibilidad de una crisis respecto de su verdadera vocación religiosa.Sin embargo el proceso de búsqueda de sus padres sigue y finalmente logran dar con los cuerpos, a la vez que le es revelada una información de la que ni ella ni su tía tenían conocimiento.
En ese momento regresa al convento porque se acerca el momento de su ordenación pero, una triste noticia la hace cambiar de parecer y allí, por primera vez en su vida, deberá plantearse realmente cual es el destino que quiere para sí, si aquel que le marcaron como el único posible dada su historia o uno que forje de acuerdo a las necesidades de su corazón.
El film es un verdadero hallazgo dentro del cine polaco. Pawlikowsky se corre del modo de contar tradicional que tienen los polacos y, con un acertado uso del blanco y negro, logra un film que si bien es un drama ficcionalizado, por la dureza de algunas imágenes y por el tema histórico que subyace en la historia bien podría ser un documental. Muchas de las bellas imágenes logradas gracias al adecuado uso de los encuadres, planos y composiciones, otorgan a la pieza una carga de lirismo que no es común ver en cine y que pocos directores logran a lo largo de sus filmografías.
Además, el guion es uno de los grandes elementos para destacar ya que logra contar el consecuente e inevitable trauma que dejan las guerras en las personas (Ida es la representación misma de lo que legó el exterminio y su tía Wanda es la cara más visible de la destrucción psíquica a la que quedaron sometidos algunos polacos).
La adecuada ambientación de época y las actuaciones (sobresalientes la de las dos mujeres) sumadas a una fotografía de gran nivel y una música deliciosa (con reminiscencias a grandes cantantes como los Beatles, Adriano Celentano y otras glorias del Twist) hablan del excelente trabajo de realización llevado a cabo por Pawlikowsky.
Un film cargado de gran lirismo, con una estética muy particular y con una temática que parece ser un rayo que no cesa en la historia de la humanidad.
IDA (Polonia, 2013), Dirección: Pawel Pawlikowsky, Elenco: Agata Kulesza, Agata Trzebuchowska, Joanna Kulig, Dawid Ogrodnik, Jerzy Trela,Adam Szyszkowski, Artur Janusiak, Halina Skoczynska, Mariusz Jakus, Guión: Pawel Pawlikowski, Rebecca Lenkiewicz, Música: Kristian Selin Eidnes Andersen, Fotografía: Lukasz Zal, Ryszard Lenczewski (B&W) (80´- ByN).