Los baches que la ciencia deja sin explicar e incluso aquellos que rozan lo paranormal son un fruto sagrado a la hora de crear guiones. Así es como desde las posesiones demoníacas que reflejan análisis de sangres y tomografías en perfecto estado de quien las padece o las voces que se instalan en el oído de aquellos que se suponen “sensitivos” el cine no dejó de brindar sus pantallas para contar historias que resultan atractivas, intrigantes y abiertas a pensar otras realidades más allá de las que permiten identificar los sentidos.
En esa línea es que Lucía Puenzo decidió contar una historia que tiene como eje principal el cambio estructural (tanto físico como psíquico) que sufre un individuo que es alcanzado por un rayo eléctrico y que lo convierte –para el mundo de la medicina- en un “impactado”, con todo lo que ello implica.
Con la elección del problema la directora suma un elemento interesante para que los espectadores sientan curiosidad de adentrarse en la historia, ya que no es un tema que esté muy difundido (ni por la comunidad científica ni por los medios de comunicación) poniéndolo a la misma altura de otros que resultan curiosos o bizarros tales como el espiritismo, las ciencias ocultas o la reencarnación y que, claramente, siempre, suponen éxitos de taquilla asegurada.
Sin embargo con esta propuesta sucede lo contrario. Más allá de lo novedosa que resultó la elección de la directora el film no fue un éxito de taquilla ni mucho menos logró acaparar un gran interés cinematográfico, alcanzando sólo algunos reconocimientos en festivales internacionales y la ansiedad del fiel público que la admira y que debió esperar algunos largos meses para poder verla en las salas porteñas.
El film cuenta la historia de Ada (Mariana di Girolamo) una joven veterinaria que trabaja en un campo de la provincia de Buenos Aires y tiene un novio (Guillermo Pfening) a quien mantiene porque su vulnerabilidad no le permitiría afrontar una vida en soledad. A su vez tiene un padre médico (Osmar Nuñez) que la persigue y la controla de un modo casi obsesivo.
Será entonces cuando al momento de sufrir el impacto a cielo abierto y en medio de una tormenta eléctrica, no sólo su vida sino también el vínculo con aquellos dos hombres cambiará significativamente. Así es como con el correr de los días, Ada comienza a sufrir alucinaciones, derrames en su cuerpo, dificultades para soportar la luz o los sonidos y una extraña sensación de haber quedado al borde de la locura lo cual la angustia y la sume en una profunda depresión.
En medio de esa situación traumática conoce a un médico que se presta a ayudarla en ese trance (Germán Palacios) quien fue impactado también hace unos años y que logró consolidar un grupo de experimentación con pacientes que padecieron el mismo trauma. A partir de entonces la vida de la protagonista parece tomar un nuevo rumbo y, más allá de iniciar un proceso de sanación psicofísico, quedará frente a una nueva realidad que supone entender la vida y el futuro desde una perspectiva totalmente diferente a la que había vivenciado antes del trauma.
Con ese planteo a cuestas y un tratamiento del conflicto que se devanea entre sesiones de psicodrama y elementos de body-horror, Puenzo demuestra tener más buenas intenciones que una historia digna para ser filmada y exhibida en pantalla grande. Si bien las logradas actuaciones son uno de los elementos que más hacen recomendable al film (sobre todo las de Girolamo y Palacios) por otro lado, la densidad del relato y el clima ralentizado que sobrevuela la historia la vuelven una pieza tediosa y que va perdiendo intensidad dramática a medida que se desarrolla la trama.
Más allá de que en este caso la propuesta no resulte atractiva, existe un elemento que se debe destacar dentro de la filmografía de Lucia Puenzo y es la coherencia con la que encaró todos sus proyectos, dejando en claro que la territorialidad corporal tiene una gran importancia dentro de su universo temático y filosófico tal como lo demostró en piezas como XXY (donde aborda la cuestión de la transexualidad biológica), Wakolda (basada en los relatos que versan sobre la estadía del Dr. Mengele en la Patagonia Argentina y donde habría experimentado con niños para sus estudios antropométricos) o en La caída (donde una clavadista atlética se ve envuelta en las manipulaciones de un entrenador que abusó de varias mujeres antes de ser su preparador físico)
Sin embargo, en esta oportunidad, el universo explorado a lo largo de su carrera y supuestamente consolidado como parte de su estilo, lejos de brindarle un terreno seguro la hace naufragar en un mar de anodinia y tedio cinematográfico que diluye las buenas actuaciones, la estética alcanzada gracias a una adecuada dirección de arte y la elección de un tema sobre el cual, hasta el momento, hay más dudas que certezas.
Calificación: ** (Regular)
LOS IMPACTADOS (2023) Dirección y Guión: Lucía Puenzo, Elenco: Germán Palacios, Mariana Di Girolamo, Guilllermo Pfening, Osmar Nuñez y Moro Anghileri, Fotografía: Nicolás Puenzo, Música: Andres Goldstein (Color-90 minutos)