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13 Jun
13Jun

Todo el universo filosófico de La Noche podría condensarse en la escena en la que el protagonista (un homosexual atormentado por sus propios fantasmas) le pide al taxi boy con el que acaba de tener sexo que- previo pago extra- se quede a pasar la noche y dormir juntos “abrazaditos”. En ese pedido casi desesperado el personaje de Edgardo Castro deja caer lentamente las ropas que representan sus deseos y exhibe un alma en carne viva tal como podrá verse a lo largo de toda la trama.

El hombre  que encarna Castro y que  parece arrojado a los deseos de un cuerpo en llamas no es más que uno de esos tantos seres que deambula por la vida buscando alguien que en el mundo piense en él o-siguiendo la paráfrasis de Charly García- que lo emparche un poco y que limpie su cabeza. Porque es evidente que su cabeza no soporta más la soledad y el desamor y su humanidad no podrá resistir mucho tiempo más los embates del alcohol y la cocaína como analgésico para apaciguar los dolores de una existencia que se siente lúgubre y errática.

Por cada uno de los lugares por los que el personaje deambula en ese largo derrotero nocturno se mueve con sus miserias a cuesta y, casi como un autómata, se choca contra las paredes de su propio laberinto. En cada uno de los personajes con los que se encuentra a su paso (la amiga travesti, los seres sin rostro de los boliches gay con los que se relaciona sexualmente desde el silencio y el anonimato en baños destartalados, la exótica pareja que lo suma como parte de un trío sexual y alucinógeno o el dealer que habita en un hotel de las zonas más marginales de la ciudad) parece estar presente un destino inevitable, ese que no le indica una salida o una luz al final del túnel sumiéndolo a vivir confinado en una noche eterna.

Los primeros minutos del film producen una cierta incomodidad en el espectador (y en este sentido hablo particularmente de mi experiencia personal) ya que el carácter explícito de las imágenes dan la idea de que se verá una película pornográfica de mala calidad pero, ni bien Castro devela la endeble esencia del personaje, la trama se torna un drama existencial y las fellatios en primer plano y los falos erectos en signo de batalla pierden la carga sexual que traen consigo y se transforman en un medio narrativo más para desplegar la complejidad de la historia que se intenta mostrar.

Muchos aseguraron que esta pieza supone el final de la llamada generación del Nuevo Cine Argentino (NCA) – esa que se dio a inicios del 2000 cuando se filmaban los dramas de una clase media que preveía el naufragio que se avecinaba-  no sólo por la innovación de las imágenes (no estamos acostumbrados al sexo explícito en nuestras pantallas) sino por la vuelta al trabajo de improvisación y despojado de técnicas, ya que la mayoría de los personajes que pasan delante del lente de Castro no son actores profesionales y surgieron de un proceso de selección que le implicó al actor/director varias horas de recorrida por el inframundo hasta dar con los perfiles que necesitaba para contar las desventuras existenciales del homosexual del barrio del Once.

En ese sentido, el meticuloso trabajo que realizó Edgardo Castro lo ubica sin escalas en la categoría de innovador, con la cual logra compensar  muchos agujeros negros que tiene el film y que, de no haber sido porque puso su cuerpo como pocos y por haber logrado convencer a esos seres cotidianos para que se exhiban tal cual son frente a una cámara, bien diferente hubiera sido la suerte de la pieza.La extremada larga duración que le criticaron al film (poco más de dos horas es lo que dura) deja un sinsabor cuando sobreviene el final, anodino, frío, lejano y cuestionable tanto desde lo ético como desde lo estético. 

Cuenta Castro que al filmar mucho más material del que usaron para las historias que forman la estructura de la trama, les quedó de backup una buena cantidad de horas de crudo inédito. Quizás esa sea una buena excusa para  pensar en una segunda parte un poco más reivindicatoria ya que la historia de La Noche, al suponerse un loop eterno donde la ritualización del sexo y la soledad definen una realidad que es  la consecuencia de un destino inevitable deja poco espacio para que el personaje se pueda imaginar siquiera un amanecer con menos afters y con un poco más de amor. 

A NOCHE (Argentina/2016). Guión y dirección: Edgardo Castro. Elenco: Dolores Guadalupe Olivares, Edgardo Castro, Federico Figari, Paula Ituriza, Willy Prociuk y Luis Leiva. Fotografía: Soledad "Yarará" Rodríguez. Edición: Miguel De Zuviría. Sonido: Gabriel Barredo, Guillermo Lombardi y Juan Martín Jimena. Distribuidora: Cinetren. Duración: 135 minutos, Color. Apta para mayores de 18 años.

Más info:Entrevista a Edgardo Castro en Los InrockuptiblesArtículo sobre Edgardo Castro en Télam

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