A lo largo de los doscientos años de independencia argentina, relatar, pensar y difundir la historia nunca resultó una tarea sencilla. Con una historiografía nacida bajo la mirada eurocéntrica y de corte unitario de Bartolomé Mitre la materialización del relato histórico fue tema de discusión en el ámbito académico y como sucedió, con el resto de las historias mundiales, la vertiginosidad con la que se desenvolvió el siglo XX requirió de la aparición de nuevas formas de concebir los procesos, así como la incorporación de actores silenciados por cuestiones de clase o de reconocimiento antropológico.