Las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI dejaron al descubierto la concreción de nuevas formas de familias y ello produjo que las sociedades debieran asimilarlas como consecuencia de los vertiginosos cambios propuestos por la posmodernidad. Entre ellas, algunos de los hippies que en los años sesenta o setenta fumaban marihuana y luchaban por un mundo mejor lograron adaptarse a los vientos de los nuevos tiempos pero, en cambio, otros, siguieron con fundamentalismo estoico, los preceptos filosóficos que se habían planteado antaño.
En este último caso es donde debería detenerse el espectador para contextualizar y entender las desventuras de la joven Colline, quien a punto de convertirse en monja de una orden carismática, emprende un viaje de seis días hacia el corazón de su propia familia, a la que no sólo no ve desde hace casi tres años sino que además, acaba de recibir al hijo mayor que regresó de Irak con profundas quemaduras producto de las heridas de guerra recibidas en su intervención como soldado.
La huida de Colline y su posterior reclutamiento en un convento coincidió con el desafortunado intento de suicidio de su madre y el envío de su hermano a una misión tan peligrosa como poco probable que lo retribuyera al país sano y salvo. Durante esos años la joven decidió dejar atrás su pasado punk cuando compartía una banda satánica con su hermano –por entonces en la plenitud de su vida- y se convirtió en la mujer de fe que parecía ser el modelo que se había propuesto para alejarse de la naturaleza irresponsable y vacía que profesaban sus padres.
Pero el envío de un mail de su madre avisándole del regreso con vida de su hermano motiva a Colline a pedirle prestado el automóvil a la madre superiora del convento y, a bordo de él, con aires de road movie y como si se tratara de las míticas Thelma o Luise, la pequeña religiosa se embarca en un viaje que, al igual que los seis días en los que Dios creó el mundo, vivirá la transformación de su propio universo llegando a la conclusión de que, más allá de su negación e intento de una vida diferente, son muchos los elementos que la unen a aquellos padres que aborrece y acepta cuanto la necesita su hermano quien, reducido a la calidad de monstruo o “freak” sólo podrá encontrar la luz al final del camino con su incondicional apoyo.
Con una trama compleja y pinceladas de bizarre-drama, Little Sister cuenta con varios aciertos y acumula una cantidad interesante de elementos para reconocerla como una pieza considerable dentro del universo de películas independientes. En primer lugar, la historia resulta una fábula moderna que enfrenta al espectador con la figura de las familias disfuncionales y con el desequilibrio que se produce en ellas cuando los encargados de llevar a cabo las riendas de la educación de sus hijos difiere de lo esperado, invirtiendo la carga de las consecuencias y transformándose en carne de cañón para ser juzgados por hijos que, por oposición binaria, acaban desarrollando una tendencia conservadora y cargada de prejuicios, que torna a la historia en un verdadero drama existencial.
La figura del héroe representada en el pobre hermano sometido a las inclemencias de la guerra, pone en evidencia cuan hipócrita suele ser la sociedad americana con aquellos que considera los cuidadores de la patria, para quienes no escatiman homenajes pomposos ni impostadas entrevistas en las cadenas mas prestigiosas de televisión pero que luego, en la realidad, les niegan la posibilidad de reinserción en la comunidad y les devuelven sin penas ni gloria la cara más dura de la discriminación y el desprecio.
Con la idea de viaje iniciático hacia las profundidades de su propio ser, el director logra alejarse de los clichés en los que fácilmente suelen caer dichas temáticas y perfecciona en Colline un camino psicológico que si bien es sinuoso y acomplejado no deja de resultar menos interesante (sobre todo teniendo en cuenta que no es fácil convertir a una aspirante a monja en una grotesca punkie en menos de cuarenta y ocho horas de llegada a la casa en la que parece que la excepción a las normas es la única regla y, todo ello, sin salirse del verosímil).
Por otro lado, la cuidada estética con la que fue llevado a cabo el proyecto aparece como la resultante de un minucioso proceso que incluye tanto la fotografía, la dirección de arte y la música, tres elementos que en combinación le imprimen a la historia de la pequeña hermana atribulada de Carolina del Norte una impronta personal que la vuelve una pieza digna de admiración e invita a apoyar las producciones indies.
Little Sister es un film que deja en claro que su director entiende perfectamente la utilización del lenguaje cinematográfico y con ello subvierte las reglas para lograr contar la historia que quiere, utilizando homenajes a diferentes momentos del cine que seguramente han sido influencia indudable en su formación como espectador primero y como realizador después.
La escena en la que la familia unida pasa la noche de Halloween es uno de los momentos más frescos del film ya que ninguna otra situación podría haber definido los intereses y las motivaciones de cada uno de los integrantes quienes, más allá de creerse atomizados y diferentes, demuestran con sus acciones, diálogos y puntos de vista compartir una esencia que, ya sea bajo el hábito religioso que porta Colline o el disfraz de Morticia Addams de su madre, la misma naturaleza aflora haciendo verdad las palabras de los reconocidos refranes que rezan que "La cabra al monte tira" o que "Nunca el fruto cae demasiado lejos del árbol".
LITTLE SISTER (EEUU.-2016), Dirección y Guión: Zachs Clark, Elenco: Addison Timlin, Ally Sheedy, Keith Poulson, Barbara Crampton, Molly Plunk, Peter Hedges,Andrew Brienza, Kristin Slaysman, Fotografía: Daryl Pittman, Música: Fritz Myers (Duración: 91´-Color)