"Quien obre piadosamente, sea hombre o mujer, y sea creyente,ingresará al paraíso y no será tratado injustamente en lo mas mínimo". Corán (4:124)
El film plantea una historia actual que sucede en un lugar innominado de Oriente (puede ser alguna población egipcia, turca o saudí) y que tiene como eje nodal el levantamiento de un grupo de mujeres contra sus esposos, como consecuencia de una situación que creen arbitraria e injusta. Así planteada la historia de estas mujeres parece no ser muy distinta de las que a diario se oye que suceden en esa entelequia incomprensible que para el mundo occidental significa Oriente, pero lo cierto es que, con el correr de la trama, el espectador puede reconstruir a través de diferentes indicios, datos y otros elementos fílmicos la complejidad de las sociedades orientales y las mutaciones que están sufriendo en el actual contexto, ese que los sociólogos y analistas políticos dieron en llamar el proceso de las “Primaveras árabes”.
La trama transcurre en una aldea de Oriente y tiene como protagonista a Leila, una joven musulmana que acaba de formar pareja con un maestro de escuela primaria y que no pertenece a la aldea en la cual reside, sino que fue entregada por sus padres a la actual familia a cambio de la dote que establece el Corán. La suegra nunca llegó a aceptarla por creerla una extraña y la vida familiar se convierte en un verdadero drama en el momento en que Leila decide arengar a las mujeres de la aldea para exigir que los maridos cesen con la obligación de hacerlas traer agua desde el desierto debido lo inhumana de la tarea.
El resto de las mujeres, sumidas en las normas que legitiman la autoridad que ejercen los hombres sobre ellas se niegan rotundamente, pero con el correr del tiempo verán en la huelga de sexo una buena forma para poner fin a una situación que desde siempre creyeron injusta pero jamás se animaron a expresar.
Si bien en el film no explícita el lugar geográfico donde transcurre la acción (en algún lugar de mundo oriental dice en el inicio) ni tampoco da referencias temporales, subyace la idea de que sucede en el mismo momento en que se originó el proceso de la Primavera árabe . Este dato se infiere a través de la presencia de la televisión, o de la telefonía móvil. Se supone que a través de esos dos medios de comunicación, las mujeres alcanzan conciencia de que algo sucede más allá de la frontera y eso les sirve como motor para determinar la huelga.
La idea de que afuera de la aldea hay un ambiente propicio para el cambio las hace caer en la cuenta de que expresando el descontento pueden abolir situaciones injustas e, incluso, lograr la caída de sistemas que parecían enquistados y que nunca iban a terminar (como fueron los casos de Mubarak en Egipto o de Kadafi en Libia).
De ese modo, el proceso de la Primavera árabe iniciada con el suicidio de Mohamed Bouazizi en Túnez viene a poner fin a un siglo de desigualdades en el que la población islámica vivió bajo el dominio del colonialismo primero y de las dictaduras internas luego. Y varias zonas del bloque oriental (entre ellas la aldea propuesta por Mihalieanu) tomarán ese hecho como el puntapié para solicitar condiciones de libertad e igualdad no siempre respetadas.
En el caso que plantea Mihalieanu el personaje de Leila logra romper con esa rígida concepción de la mujer oriental dominada y sumisa. Ella proviene de otra aldea y es ilustrada ya que, a diferencia del resto de las mujeres, sabe leer y escribir. Ese conocimiento le da cierto poder sobre el grupo y es una de las causas por las cuales se alza como la líder de las mujeres y encabeza la protesta. Gracias a la precaria ilustración que posee, sumado a cierto conocimiento del afuera logra salir de la invisibilidad en la que se encuentra sumida.
Además Leila cuenta con otra problemática y es que no es una mujer virgen (precepto coránico indispensable para que una familia reciba a la mujer en su seno a cambio de la dote). Ella ya tuvo un amor antes de asentarse en la aldea (el periodista que llega en medio del conflicto y le revive aquel pasado ya olvidado por ella) y hasta incluso, le confiesa a su hermana el haberse tenido que “coser” para ocultar la falta de virginidad, la cual la volvería una prostituta frente a los ojos de la sociedad y una deshonra para su familia y esposo.
Así es como la conjunción de la imposibilidad de darle un hijo a su esposo, el saberla ilustrada y con el suficiente carácter como para encabezar la revuelta vuelven a Leila un personaje demoníaco y con poderes de hechicería y se la somete a un escarnio público y segregación social similar a la figura de los aquelarres del S. XVI en Europa.
Por todas las cuestiones planteadas anteriormente y teniendo en cuenta el modo en que se cuenta la historia y el punto de vista del director podemos aseverar que La fuente de las mujeres es un film que encuadra dentro de la categoría de antropológico o etnográfico. El hecho de ser una historia cargada de elementos que permiten al espectador recrear la esencia misma de la sociedad que se intenta exponer, la vuelven una pieza claramente descriptiva del “otro” como sujeto diferente en las formas pero no en las cuestiones que hacen al fondo de la cuestión humana.
La mirada del director es más que interesante ya que logra apartarse del punto de vista contaminado de occidente y exalta cuestiones que pertenecen al ámbito de la tradición y que ejemplifican a la perfección el porqué del sometimiento de las culturas islámicas. Pero lo que la vuelve a la Fuente de las mujeres una película diferente es que, lejos de caer en la figura de la aceptación del Islam como un martirio ineludible, le otorga a las poblaciones jóvenes (encarnada en el personaje de Leila) la posibilidad de revisar ciertas estructuras que parecen no encuadrar en un contexto en el que la humanidad parece homogeneizar una identidad basada en derechos e igualdad, dos conceptos que -independientemente de que pueda discutirse el precio a nivel cultural que conlleve esa propuesta- parecen no haber llegado aún a aquellas poblaciones.
“El Islam está cambiando” le dice el esposo a Leila y hasta llega a perdonarle su infidelidad por amor (algo que no entra siquiera en la cabeza de quien cumple a rajatabla los designios del Corán). Así es como de ese modo, la aldea perdida en el desierto, oficia como metáfora de un mundo oriental que está en un proceso de inevitable transformación y, a través de ella, subyace el cambio de visión de un Occidente que, a través de la lente de Mihalieanu, parece abrir una nueva etapa en la que los conceptos de alteridad y otredad se diluyen para ser reemplazarlos por los de igualdad e inclusión, intentando acabar con la visión distorsionada de Oriente que tenemos quienes vivimos en este lado del mundo.