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09 Feb
09Feb

Islandia no es uno de los países de Europa que se caracterice por tener una gran producción cinematográfica. Cuando muchos creen que Bjork es la única estrella que ha dado el espectáculo local o que lo que más se acerca a un éxito mundial es el reciente  documental sobre la vida de Sigurdur Hjartarson (fundador del museo del pene ubicado en Reykjiavik) o la serie Vikingos, el cine islandés parece contar con pocas producciones  de excelente nivel pero que, como todo en este mundo capitalista, muchas veces no llegan a tener un lugar en las pantallas por no contar con la garantía de sala llena por lo cual, para verlas, hay que esperar su proyección en festivales alternativos o bien encontrarlas en el circuito “non sancto” que abunda cada vez más, al menos en nuestra ciudad.

Por eso cuando me encontré con Malmhaus acepté el desafío de verla y descubrir cuáles son los temas que interesan a los islandeses y, a través de ellos,  reconocer las filias y fobias que los aqueja como sociedad: y la sorpresa fue grande. Si bien la frase de Marx que reza “Nada de lo humano me es ajeno” (la cual me repito cada vez que intento un acercamiento a nuevas formas o formas diferentes de mirar en virtud de las diferentes geografías, culturas o religiones) en el caso del film de Bragason me pareció adecuarse como pocas veces antes me había sucedido.

La historia se centra en una familia rural islandesa en la década del setenta. Los primeros minutos muestran a una madre poniendo la mesa, un joven de pelo largo manejando un tractor en medio de la campiña y Hera,  la niña menor de la casa que se asoma desde la puerta y le hace señas al hermano dándole aviso de que está lista la comida. Y en ese mismo momento, sin que nadie pudiera preverlo, la tragedia: el joven pierde el control del tractor, cae debajo de las guadañas y con ello, la vida. 

Minutos más tarde la familia despide al joven desde el altar de la iglesia local y regresan a la casa, la cual a partir de ese momento se transformará en el escenario donde se manifiesten el odio, el rencor, el dolor y  el marasmo de sensaciones que les dejará la irreparable ausencia del joven.Desde ese momento Hera intentará tomar el lugar de su hermano adueñándose de todas las pertenencias (su guitarra, sus discos, y las remeras de grupos de heavy metal de la época como Black Sabbath, ACDC o Iron Maiden) y con ello irá forjando su propia personalidad, la cual le dará no sólo los lineamientos estéticos de su persona sino también los éticos, tales como la rebeldía, el enfrentamiento generacional con los padres o el no cumplir con los preceptos de la sociedad islandesa, tradicionalista y poco adepta a los cambios.

Así, con esas cualidades de personalidad y un sistema que todo el tiempo le escupe en la cara la triste realidad de estar haciendo las cosas mal, Hera va creciendo y con el devenir del tiempo va sufriendo diferentes situaciones tales como huidas reiteradas, conductas inapropiadas en la fábrica donde trabaja carneando ganado o hasta el casamiento con un joven conservador, el cual, lejos de alejarla del espíritu rebelde, lo alimenta tanto como quien intenta apagar un incendio con gasolina.

Y como telón de fondo, devastados por la muerte del hijo que nunca pudieron asumir, están los padres. El matrimonio encarnado por Ingvar Eggert Sigurosson (quien protagonizó la aclamada “De Caballos y de hombres”) y Halldora Geirhardsdottr funciona como el contrapeso ideal para ejemplificar a la perfección la rebeldía experimentada por Hera.  Malmhaus no es un film bello (de hecho las imágenes que muestra son  bastante hostiles, tanto del paisaje como de la estética de los personajes) pero tiene un atractivo muy particular, quizás basado en la potente historia que refleja o quizás por ser una descarnada muestra de la forma de vida en aquellos países que son puestos como ejemplo de primerísimo mundo (uso esta clasificación para aquellos que se supone que exceden ampliamente a la cualidad de los del "primer mundo") y acaba demostrando que, quien busque la perfección, no deberá buscar en el globo terráqueo ya que nada de lo humano es ajeno, y mucho menos para nadie que viva en él.

Ragnar Bragason logró una pieza interesante y digna de ver. Con el disparador de la fatalidad y la consecuente muerte del hijo el director cuenta una historia profunda, cargada de emoción y que sobre el final, muestra claramente el homenaje que se le hace al arte (en este caso a la música) como el medio más idóneo para exorcizar los demonios y curar las heridas y dolores que dejan la pérdida abrupta de un ser amado.

MALMHAUS (METALHEAD), (Islandia-Noruega, 2013), Dirección y Guión: Ragnar Bragarson, Elenco: Ingvar Eggert Sigurðsson, Thora Bjorg Helga, Pröstur Leó Gunnarsson, Sveinn Ólafur Gunnarsso, Hannes Óli Ágústsson, Fotografía: August Jakobsson, (87´- Color)

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