En la década del setenta el escritor argentino Isidoro Blaisten publicó “La salvación” -un cuento emblemático de la literatura nacional- donde relata la historia de un hombre que llega a un negocio en busca de “algo” que lo salve. El vendedor lo observa, lo escucha y luego de pensar un rato se dirige al depósito y le trae finalmente el objeto que puede alejar al hombre de la aparente muerte a la que está condenado. El comprador paga, sale del local y al atravesar la calle mientras intenta abrir el paquete para ver qué es lo que el vendedor le dio para su salvación es arrollado por un auto. De inmediato llega la ambulancia y los médicos descubren que está muerto. Al llevarlo al hospital una médica le quita el paquete de las manos, lo abre y esboza una cara de desconcierto. “Vea a que cosas se aferran los seres humanos” le dice a su compañero, dejándole al lector la tarea de recomponer en su cabeza que contenía el paquete.
Al igual que el personaje de Blaisten que se aferra a “algo” para sobrevivir, Ely y Nina Bielutin se aferran a las obras de arte renacentistas que atiborran el departamento en el que habitan en el centro de Moscú y, a partir de ellas, construyen su propio paraíso alejado de la modernidad que sucede más allá del límite de las ventanas y las puertas que los separan del mundo capitalista del que, a primera vista, se niegan a formar parte. Con la elección de estos dos interesantes personajes y el traslado de su cámara al oscuro living en el que habita la peculiar pareja, el joven cineasta francés Clement Cogitore logra un cortometraje de profunda belleza no sólo desde el punto de vista estético sino, además, por la reivindicación que hace de la ancianidad como portadora de experiencia y como sujeto de resistencia en un mundo que, ante los feroces cambios tecnológicos, cada vez pierde más la esencia de “ser humano”.
Así es como a lo largo de los treinta y cinco minutos que dura el mediometraje, el espectador asiste a una tertulia del siglo XIX, donde los personajes habitan un ambiente iluminado por las velas, sentados a una mesa especialmente preparada al mejor estilo de los bodegones de Zurbarán y acompañados por el maullido de una pareja de gatos y un cuervo que deambulan por el departamento como si de fantasmas se tratara. Y de fondo, sobra las paredes y las columnas de la vivienda, un centenar de obras de arte entre las que se destacan un Velázquez, un Rafael, un Michelángelo y numerosos ángeles y esculturas de diferentes puntos de Europa en los que floreció renacimiento.
Ely dialoga con Clement y le relata cómo se hizo de semejante botín artístico y de cómo ello lo llevó a transformarse en una verdadera celebridad dentro del mundo del coleccionismo. A su vez, entre anécdotas y datos históricos el anciano le brinda al joven realizador una serie de consejos para la vida que evocan las típicas charlas de abuelos y nietos, esos que ellos no tuvieron pero que pudieron suplir perfectamente con el cuidado de las obras de arte, las cuales sobrevivieron gracias a su protección.
Mientras ellos hablan de arte, política, personajes influyentes de la historia mundial y el arrasador e inevitable paso de la modernidad por sobre las tradiciones, Nina - verdadera anfitriona del encuentro- repone bebida, acerca platos que parecen salidos de un pintor barroco y facilita una serie de fotografías y documentos a los que les agrega su particular anecdotario como partenaire de Ely, al cual ella considera uno de los hombres más exquisitos que haya conocido.
Lo enternecedor de la historia propuesta por Cogitore no es tanto el asombro que supone un matrimonio de octogenarios que se aferra a las obras de arte como elementos que los mantienen a un pasado que no volverá sino la capacidad de resistencia que tienen para habitar en un mundo al que hicieron propio y que no tienen ningún interés en ser compartido por ningún elemento del mundo externo (en el film sólo tienen contacto con un matrimonio amigo que los visita en pleno rodaje y dejan al descubierto una extraña relación signada por prácticas espiritistas y charlas en las que los alienígenas y una posible vida interplanetaria integran el universo del discurso que se desarrolla en absoluta normalidad)
Al igual que los cronistas que escriben historias de personajes ocultos que merecen ser reconocidos, Clement Cogitore hace lo propio al exponer a dos personas que, más allá de la cualidad de coleccionistas y los elementos que los vuelven “bizarros” para la mirada de la sociedad tradiconal dejan en claro que la vida sólo vale la pena ser vivida cuando se la piensa y despliega según se la haya soñado. Es por eso que el pequeño paraíso creado por el matrimonio ruso opera en la mentalidad del espectador como la posibilidad de pensar alternativas a las propuestas por el sistema y de cómo, quienes se juegan por llevarlas a cabo, no sólo adquieren una vida diferente sino también la ilusión de que lo pueden dominar, ritualizando prácticas y evocando el pasado como único antídoto de supervivencia.
BIELUTINE, Dans le jardin du temps / Portrait d´Ely et Nina Bielutin / EN version, Francia-2011, Dirección : Clement Cogitore, Guión: Sylvain Verdet, Edición: Pauline Gaillard, Sonido: Pauline Gaillard, Música: Electric Electric (Groupe), Duración: 35 minutos, Color.