En la década del veinte la ciudad de Hamburgo era una especie de Chicago en medio del mapa alemán. Su cercanía al puerto y el hecho de ser un sitio de paso de marineros, traficantes, hampones y prostitutas la volvían una de las ciudades más decadentes de Alemania, quien por entonces se encontraba más empeñada en encontrar un salvador que en hacer cumplir la ley. Allí, en ese espacio urbano, la cámara sobrevuela la ciudad y finalmente se entromete dentro de una habitación de una humilde casa y muestra a un hombre muy distinguido mientras se acomoda el moño frente al espejo.
Pero cuando el plano se abre aparecen los primeros signos de pobreza, los cuales alcanzan su máxima expresión cuando hace su entrada una joven tendida en una cama padeciendo alguna enfermedad que, a la vista, la tiene postrada. El hombre se despide de ella y abandona la habitación.
En ese momento la cámara se desplaza hacia un oscuro callejón del puerto donde un grupo de marineros con cara de pocos amigos se enfrentan a los tiros con la policía que los intenta acorralar. La escena se prolonga un poco más de lo esperado (indudablemente los tiempos del cine en sus inicios no eran los actuales) y el delincuente finalmente, luego de huir frenéticamente, encuentra en una ventana abierta de un edificio el espacio indicado para esconderse.Pero la ventana por la cual se mete no es otra que la de la escena anterior en la que la joven yace en la cama víctima de su padecimiento.
Ante el intempestivo ingreso la muchacha se sorprende al verlo pero, cuando se da cuenta de que está siendo perseguido, decide protegerlo escondiéndolo debajo de sus sábanas. Cuando la policía irrumpe en el lugar junto a la dueña de la pensión -quien a los gritos intenta explicarles que es imposible que haya un hombre allí ya que sólo habita el lugar la pobre joven- los recibe simulando jadeos y exhibiendo un pañuelo en su frente para aumentar la carga dramática del cuadro.
Al irse la policía el hombre sale de la cama y la besa apasionadamente en un claro signo de agradecimiento. Y en se momento, lejos de echarlo o hacerle explícita su situación sentimental, la joven embelesada por la situación decide comenzar con él una historia que ella cree merece la pena por haber sentido los efectos del amor a primera vista. Así es como a partir de entonces, la joven y el delincuente se transforman en una especie de Bonnie and Clyde en versión germana y no dejarán de meterse en problemas ni de vivir situaciones complejas.
Lo primero que hacen es ir al bar donde la joven sabe que se encontraba su novio (aquel que se acomodaba el moño al inicio del film) y le comunica de un modo grosero y totalmente despojado de humanidad la nueva situación amorosa en la que se encuentra. El hombre reacciona mal, intenta exponer su descontento pero al ver que el actual novio de su amada es un delincuente impiadoso decide frenar sus impulsos y dejarlos vivir el romance.Sin embargo la llegada de la policía al bar hace que el hombre, en virtud del amor que le prodigó a su novia, ayude a escapar al amante del lugar, momento en que comienza una vertiginosa secuencia en la cual la policía y el delincuente se desplazarán por toda la ciudad de Hamburgo (de ahí el sentido del nombre del film) obligando al director a desplegar una serie de movimientos de cámaras y elecciones de planos que hacen de la obra una pieza de gran valor expresivo y la vuelven, por momentos, una película de acción.
Mientras tanto, en el bar, la pareja original se despierta en medio del desorden que dejó el procedimiento policial y el agobio que les produjo el estrés vivenciado esa noche, sumados a los excesos del acohol. El hombre, en una actitud muy hollywoodense le coloca a la joven su smoking sobre la espalda y luego de una larga y profunda mirada le pide que vuelvan a la casa, como si todo lo sucedido esa noche no haya sido más que un mal sueño y nada les impidiera retornar a la normalidad de sus vidas.
Como puede verse el film no tiene una trama seductora y desde su estructura no es más que una típica historia de amor con idas y vueltas, pero donde finalmente el bien y el amor acaban triunfando. Sin embargo, lo interesante del film radica en la mirada que el director deja entrever a través de esa historia en apariencias sencilla pero que, a través del tratamiento de los personajes y las situaciones planteadas en la historia no son otra cosa que una dura crítica a la Alemania de posguerra luego de la primera contienda mundial.
De ese modo Saint-Pauli funciona como un no lugar o zona liberada donde la ley y el orden son imposibles de hacer cumplir, la mujer es poco menos que una cosa (la disputa entre los dos hombres y el trato proferido hacia ella así lo demuestran), el dinero es el dios mismo y el personaje más importante es la policía, verdadera metáfora del aparato represivo del Estado, quien no puede hacer frente a la situación y que justifica las frenéticas persecuciones que se ven a lo largo de la trama.
Con esta pieza Werner Hochbaum expone los vaivenes políticos y sociales de la convulsionada Alemania de la década del veinte y augura, de algún modo, la llegada del nazismo como la única forma posible de poner orden a una sociedad donde la crisis no sólo era económica sino que importaba, además, la pérdida de los valores fundamentales que se supone deben prevalecer en una sociedad organizada.
Si bien Razzia en Saint-Pauli no es una película fundamental del período expresionista vale la pena verla ya que, de un modo divertido y peculiar, muestra como si se tratara de lienzo aquellos años difíciles del período de entreguerras y la decadencia en que quedaron sumidos los alemanes en los años posteriores a la República de Weimar.
RAZZIA EN SAINT- PAULI (Alemania, 1932) Dirección: Werner Hochbaum, Elenco: Gina Falckenberg, Friedrich Gnaß, Wolfgang Zilzer, Charly Wittong, Max Zilzer,Ernst Busch, Kurt Appel, Käte Hüter, Friedrich Rittmeyer, Música: Kurt Levaal, Fotografía: A.O. Weitzenberg (B&W), (Duración: 78´-ByN)