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24 Nov
24Nov

UCRANIA HORA CERO

Cuando el nuevo siglo estrenaba una nueva década, en Ucrania, los ciudadanos festejaban la antesala del acuerdo que los haría parte de esa entelequia hiperidealizada que significa Europa. En su historia, Ucrania demostró ser la más dependiente de las repúblicas socialistas rusas y dejó en claro que, pese a la caída del Muro de Berlín (y el descongelamiento de la Fría Guerra), nunca dejó de ser la hija menor, esa que ante el vacío del nido cuando los hermanos mayores partieron pareció predestinada a quedarse con la madre hasta las últimas consecuencias. Para entonces ya habían pasado veintitrés años desde que el Comunismo pasó a ser un mal recuerdo y la niña que antes acompañó sin chistar, ahora se soltaba el pelo y también quería emprender el vuelo.

En 2012 el presidente de Ucrania era Viktor Yanukovich. Político de dudosa trayectoria y portador de algunos antecedentes –malos en su mayoría- comenzó como gobernador en 2002 y logró renovar el puesto por un nuevo período de dos años más. En 2004 siendo Primer ministro fue candidato a presidente convirtiéndose en el segundo candidato más votado. A partir de allí se propuso llegar al puesto presidencial como fuera y como bien lo estableció Maquiavelo en su obra El Príncipe: “el fin justificó los medios”. 

En el camino apeló al fraude, difamó compañeros y colegas y hasta provocó una verdadera revolución. En 2009 se presentó nuevamente y logró el objetivo ganándole a Yulia Timoshenko, la extraña dama de Kiev, bella y enigmática por partes iguales (tanto como las espías rusas de las novelas que transcurren en los años en que el mundo aún era bipolar). Dos años después de estar en el poder vio pasar el cadáver del enemigo. La televisión local exhibía como la hermosa rubia era encarcelada en medio de un proceso un tanto opaco y con aquel hecho aumentó un poco más la escasa popularidad que le prodigaba su pueblo.

En 2012 Yanukovich hizo públicas las “relaciones carnales” que intentaba llevar a cabo con Vladimir Putin y en medio de algo que se pareció a un agradecimiento a la performance político-sexual dirimida en el ámbito de la diplomacia, mediante una ley volvió a implementar el ruso como segunda lengua, produciendo un retroceso cultural a la nación e intentando con ello ganar en algunos distritos donde aún se prefería esa lengua por sobre el ucraniano oficial. 

El 30 de marzo de 2013 la UE preparó un borrador en el cual se fijaban las condiciones para que Ucrania ingresara al espacio Schengen así como ya lo habían hecho muchos de los países del este europeo permitiéndole adoptar de esa manera una identidad propia, alejada del pasado y los modos del gigante moscovita. La firma del tratado comenzó a dilatarse y algunos rumores dejaban en el aire la idea de un acuerdo oculto con el líder ruso, quien supuestamente había ofrecido apoyo económico, político y social si dirimían de la firma de aquel documento.

Larga fue la incertidumbre pero, en pocos meses, finalmente, el misterio se develó. El pueblo que había crecido y que mucho se asemejaba a la adolescente que iba a dejar la casa materna con su largo pelo rubio y la corona de flores típicas acomodadas sobre la cabeza, debió quitárselas y enjugarse las lágrimas frente a la puerta de salida porque el señor Yanukovich, en un acto de la más alta traición, dispuso de su libertad y la devolvió para que la gran vecina matrioshka siguiera disponiendo de su compañía. 

Pero la joven se sentía fuerte y con los elementos suficientes como para pelear por su propio destino. Así es como la noche del 28 de noviembre de 2013 la joven Ucrania mientras su abuela dormía cerró la puerta, se acomodó el tocado y en medio del sepulcral frío de Kiev se dirigió en silencio hacia la Plaza Maidan.

EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS

El primer plano de Afineevsky muestra a un adolescente que en medio de una balacera digna de un film de Tarantino habla desde el móvil con su madre y le dice que la ama. Luego de cortar con ella se seca las lágrimas y un grito fuera de cuadro le avisa que corra. El tiroteo abrió un nuevo fuego y deben ponerse a salvo. De esa forma el director documenta el día número uno del invierno en llamas que vivirá Ucrania y que se extenderá por más de tres meses, dejando en las frías estadísticas de la historia un saldo de 125 muertos, 65 desaparecidos, más de 2000 heridos, una ciudad devastada y un presidente que debió huir a Rusia para no ser ejecutado por el mismo pueblo que lo padeció como cabeza de Estado.

Las imágenes que siguen a esa escena producen una extraña ambivalencia: por un lado, como espectador, uno tiene la sensación de que lo que está viendo es una película de acción ambientada en una ciudad otrora satélite de Rusia y por el otro, al tomar conciencia de que los hechos fueron ciertos y que sucedieron hace menos de dos años del momento en que se estrena el film, no se puede menos que reflexionar acerca de las prácticas políticas que se siguen llevando a cabo en algunos lugares del planeta.

Lo que Afinevsky documenta en los 93 días que pasará en la plaza con su cámara encendida las veinticuatro horas es la historia de una gesta, la historia de un pueblo que se hartó de depender de la madre imperialista que le tocó como vecina y que, un buen día, se dio cuenta de que era un sujeto de derechos y que podía pedir no sólo la soberanía política y económica sino también la incorporación a una comunidad europea que durante años la observó bajo el cristal distorsionado de la otredad y que era hora de que la reconociera parte del concierto internacional del nuevo milenio.

Con su cámara testigo el director logra realizar no sólo un documental que testimonia los hecho sino que, por el contrario, lo más interesante que expone en cada una de las escenas que registra (y que superan en dramatismo, horror, pánico, locura y delirio a cualquier otras piezas del género) es lo poderosos que pueden llegar a ser los pueblos cuando dejan de lado las cuestiones ideológicas que tensionan sus realidades políticas y se unen bajo un objetivo en común. 

A lo largo de las casi dos horas que dura el film se sucede una serie imágenes de alto impacto en algunos casos y conmovedoras en otros, pero en casi todas ellas subyace la idea de nacionalismo que impregnó a los ucranianos para llevar a cabo la revuelta y lograr con ello la caída de Yanukovich quien demostró no sentir el más mínimo sentimiento ni por su país ni por su pueblo.

 Pero Winter on fire más allá de mostrar en pantalla el registro documental pormenorizado de lo sucedido en esos días deja al descubierto otras realidades que serán de gran utilidad para analistas que en un futuro deban teorizar acerca de los hechos acaecidos, tales como el rol abusivo del Estado (ejemplificado en el cruento accionar represivo de las fuerzas policiales, la clara violación a los derechos humanos y en la designación de los Titushki - grupos paramilitares formados por delincuentes de los más sangrientos a los que se les encomendó la función de “liquidar” a los manifestantes) la responsabilidad de Putin como partícipe necesario en la concreción de las masacres de Maidán y la pasividad inerte de una Comunidad Europea que, basada en el más rancio gatopardismo, repudiaba desde Bruselas los hechos de violencia pero nada hizo para que la vía diplomática subsanara la tragedia en la que se vió sumida Ucrania en uno de los inviernos más tristes de su historia.

Con esta propuesta NETFLIX en su rol de productora de contenidos abre un camino más que interesante para desentrañar cuestiones que aquejan a las sociedades actuales o que están relacionadas con traumas del pasado reciente (lo han demostrado con piezas como Girl Rising, India´s Daughter, Team8 o Virunga). Con un despliegue tecnológico pocas veces vistos en producciones documentales y con la maquinaria del multimedio en el que se ha convertido, logra un aporte más que significativo para pensar la compleja realidad del nuevo siglo que atravesamos. Y Winter on fire claramente es un ejemplo.

WINTER ON FIRE (2015, Ucrania), Dirección: Evgeni Affinevsky, Fotografía;Evgeny Afineevsky, Oleg Balaban, Maxim Bernakevich, Ruslan Ganushchak, Eduard Georgadze, Inna Goncharova, Kostyantyn Ignatchuk, Alex Kashpur, Lizogub Khrystyna, Lina Klebanova, Kirill Kniazev, Maria Komar, Viktor Kozhevnikov, Yuriy Krivenko, Vladimir Maka, Música: Jasha Klebe, Afineevsky - Tolmor Production / Campbell Grobman Films / Netflix (Duración: 102´-Color)

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