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29 Apr
29Apr

"Las Almas de los muertos regresan a este mundo (…) Las almas pecadoras entran en los cuerpos de animales, en aves, en peces e incluso en plantas. Y ya que no consiguen purificarse por sí mismas esperan a que las lidere un Tzadik, un justo, y las enmiende, También hay almas que se introducen en un cuerpo recién nacido y se purifican por sí mismas, por medio de sus propias acciones. Pero también hay almas errantes, que no encuentran sosiego, y se introducen en el cuerpo de una persona viva, como un dibuk…” Shlomon An-Ski, El Dibuk

En todas las civilizaciones (ya sean orientales u occidentales) la idea del no- muerto o no-vivo es una constante que se repite en diferentes formas y representaciones. Así como en el mundo occidental Bram Stoker hizo su aporte con el príncipe de las tinieblas más famoso de la literatura y Murnau con el muerto vivo más abominable que diera el cine expresionista, la tradición judía no se quedó atrás y, a través de la figura del Dibuk le imprimieron entidad a aquellas almas que por, diferentes razones, quedan en este mundo a medio camino entre el cielo y la tierra sin encontrar un lugar donde ir a apaciguar su alma.

Desde el siglo XVI en el que apareció el término en la cultura hebrea, las artes no dejaron de tratarlo generando con él un sinfín de piezas teatrales, pinturas, partituras y numerosos films desde la llegada del cine de la mano de los Lumiere. A partir de ese momento el mito que comenzó como original de la cultura judía se traspoló a otros ámbitos geográficos y culturales con lo cual se amplió considerablemente la producción artística en ese sentido.

En el BAFICI de este año sorprendió ver  la presencia de un film que tocaba la temática del Dibuk dando como consecuencia una pieza de género bastante atractiva, sobre todo si se tiene en cuenta que los israelíes no suelen incursionar demasiado en temáticas de horror o con cierta tendencia al thriller de estilo americano. Por eso la inclusión de Demon justificó ampliamente la decisión de incorporarla en el listado de películas que programé ver en esta entrega.

La primera sorpresa sobrevino cuando a poco de inciados los créditos iniciales me dí cuenta de que en realidad el film no era judío sino que se había hecho con capitales hebreos pero que tanto su director (MarcinWrona) como el elenco eran polacos. Si bien la relación entre ambos pueblos a lo largo de la historia ha demostrado una simbiosis fácil de advertir, me dí cuenta de que la visión del mito iba a estar mediada por la intervención polaca, la cual ha demostrado en el último tiempo una identidad  importante (algo que se vio de manera clara en todo en este BAFICI 2016 con una fuerte presencia y notoriedad) y con elementos de sobra para exponer sus miradas de las diferentes temáticas que filman.

Demon cuenta la historia de una pareja formada por un joven inglés y una bella joven polaca. Ambos se conocieron hace un tiempo y el film arranca en el mismo momento en que el joven llega a una alejada aldea polaca para conocer a sus suegros y ultimar detalles antes de celebrar la boda. Allí se entera de que el padre de la novia decidió regalarles una antigua casona abandonada en medio de un bosque para que la puedan reciclar y transformarla en un hogar. 

Pero es a partir del inicio de la excavación para ubicar una piscina que la realidad de la pareja sufrirá un cambio significativo ya que, la aparición de un cadáver enterrado en las inmediaciones de la mansión, desata un cambio repentino en la conducta del novio, que alcanzará su punto máximo en la misma noche en que se lleva a cabo la boda.

Si bien el planteo de la cuestión indica que se va a ver un film de almas en pena que buscan un lugar en el paraíso, con su Demon, Marcin Wrona ubica la figura del Dibuk casi en un segundo plano y se centra en la boda, la cual le sirve para mostrar de qué manera sobreviven en la actualidad muchas de las costumbres de la cultura polaca las que expone a través de diálogos, bailes típicos, el folklore y la doble moral, reflejada en la clara intención de la familia de tapar en todo momento las explícitas alucinaciones que sufre el novio (quien es el único que advierte la presencia de un alma en pena vestida de novia que habría sido su amor en un tiempo pasado y vuelve para pedirle que no se case) incluso cuando la posesión se impone y el film pasa del registro casi documental y antropológico de la cultura polaca para transformarse en una historia demoníaca.

Desde el punto de vista visual el film es muy interesante aunque no así en el ámbito de la trama, la cual carece de los elementos necesarios para configurar un thriller de las características que se infiere según la propuesta del afiche. Las actuaciones son uno de los elementos más destacables de la pieza otorgándole al relato un atractivo que por sí solo no llega a configurar y que, bajo las formas de interpretaciones destacadas y algunos momentos que dejan al descubierto el modo de ser del pueblo polaco logran compensar los errores de guion y de la falta de efectos que resultan vitales para configurar el género.

Más allá de no constituir una pieza de terror tradicional el trabajo de Wrona es muy interesante en varios aspectos. Por un lado por que revive un mito que muchas veces queda relegado a la puesta en escena de historias donde las posesiones provienen del homogeneizado demonio occidental (casi siempre con alguna relación o intervención de la iglesia católica o que suceden en el seno mismo del Vaticano) y, por el otro, por que expone los elementos culturales de una sociedad como la polaca, la cual encontró en el cine un espacio para darse a conocer y hablar de los temas que los aquejan como pueblo, apartándose del trauma del genocidio con el que se lo ha emparentado mayoritariamente en las producciones llevadas a cabo desde la culminación de la Segunda Guerra Mundial. Y ello, por sí solo, es suficiente para verla.

DEMON (2015, Israel/Polonia), Dirección: Marcin Wroda, Elenco: Maja Barelkowska, Maria Debska, Piotr Domalewski, Katarzyna Gniewkowska,Andrzej Grabowski, Katarzyna Herman, Cezary Kosinski, Ireneusz Koziol, Filip Plawiak, Wlodzimierz Press, Marek Sawicki, Tomasz Schuchardt, Música: Marcin Macuk, Krzysztof Penderecki, Fotografía:Pawel Flis (Duración: 94´-Color).

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