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17 Mar
17Mar

Una voz en off de hombre abre el espacio sonoro sobre una pantalla negra. El hablante le informa al espectador que acaba de sufrir un accidente y su voz denota que está despertando a la conciencia nuevamente.  Abre los ojos y la pantalla deja el negro para mostrar un carruaje que se aleja y una mujer que baja enfundada en un hermoso vestido barroco. El lugar no es otro que las puertas del Museo Hermitage deSan Petersburgo y el portador de la voz, ahora se levanta tambaleante y se dice para sí mismo que se encuentra en el siglo XIX e ingresa en el edificio. 

Apenas cruza la puerta se encuentra frente a un hombre lánguido, alto que parece salido de un cuento de Kafka y que les comunica a los asistentes que es un marqués parisino que quedó atrapado en el museo y, a partir de ese momento, los guiará por el palacio como si fuera un guía del museo.A partir de ese momento el espectador comienza un recorrido en tiempo real a través del museo e inevitablemente por la historia de Rusia. 

En cada sala que van atravesando y que se detienen frente a la explicación del curioso francés se reviven con personajes reales muchos de los hechos que allí sucedieron (o que sucedieron en otras latitudes y que encuentran allí el mejor espacio para rememorarlos). De esa forma la cámara acompaña a los visitantes (que dado el aspecto de la cámara subjetiva no es otro que el espectador mismo) y registra todo aquello que sucede allí, desafiando las leyes del tiempo y regalando en tiempo presente aquello que sucedió hace cientos de años.

Así es como en ese discurrir de una sala a otra se puede ver el increíble teatro barroco ruso, un instante en la vida de los zares, los cuchicheos entre las princesas imperiales y sus cortesanas, los maravillosos ventanales que dejan al descubierto la fastuosidad del palacio y un sinfín de personajes y próceres de la historia y la cultura soviética tales como Pushkin, Tolstoi o Catalina la grande (además de la importante colección de cuadros de El Greco, Van Eyck, Rubens y Rembrandt, esculturas de diferentes períodos históricos, joyas, muebles y hasta una sala dedicada a carruajes dorados que parecen salidos de un film de época).

En un momento del recorrido el marqués se encuentra con gente vestida a la usanza actual y se pregunta ¿Quiénes son ellos? Y acto seguido parece no darle importancia a las ropas y los incorpora al resto del grupo. Uno de ellos frunce el ceño y tapándose la cara para que no lo vean murmurar le dice a su compañero: ¿El marqués huele a formaldehído?... en clara referencia a lo desfasada que se ve su figura y su estética. En ese momento, mas allá de la escena simpática el espectador inevitablemente se pregunta si lo que está viendo es una historia del pasado con una intervención actual o una historia del presente con fantasmas del pasado.

Acto seguido el hombre del inicio se pregunta en diálogo interno (algo en lo que los rusos son verdaderos maestros) si lo que están viendo es real o es un sueño y el guía, como habiéndole leído el pensamiento le contesta: Quizás, quizás, pero yo estoy bien despierto. Y ahí quien está siguiendo el recorrido deja en claro que la propuesta de Sokurov es romper con la idea de tiempo convencional (entendido como pasado, presente y futuro) sino que eligió un solo tiempo en el que mezcla, además, elementos de realidad y fantasía, elementos indispensables a la hora de entender y abordar la historia de un país.

Lo que sigue es un paseo por la sala de restauración de obras. Allí, en medio de un ambiente oscuro y frío, permanecen diferentes joyas que aún no han sido exhibidas y que esconden una belleza y un valor histórico incalculable. “Aquí hay féretros y ataúdes de todo tipo” dice a cámara el despeinado marqués. Y allí Sokurov logra animizar a las obras de arte dotándolas de vida tal cual como si se tratara de personas que sienten y sufren el paso del tiempo. Las obras esperan “Volver a la vida” dice el guía mientras que abre una puerta dejando al descubierto una enorme sala vacía donde se observa a una mujer en aparente estado de enfermedad. 

La anciana no es otra que Catalina la grande y detrás de la ventana espía a unos niños que juegan a las escondidas vestidos con ropajes reales.En un acto impulsivo Catalina desobedece a la criada que la acompaña y sale de la sala internándose en un jardín totalmente blanco a la vez que se va acercando a ellos, tanto que se aleja de la cámara y se  pierde en el horizonte como si fuera un fantasma que regresa al sitio de la eternidad. 

Ante el alejamiento de la reina el grupo vuelve a entrar en la sala y ésta ya no está vacía: un grupo de mujeres se prueban unos enormes y fastuosos vestidos y ensayan pasos de baile escondidas tras máscaras venecianas. En la sala contigua un grupo de embajadores le dan la bienvenida al Sha de Persia durante un acuerdo diplomático y todos sonrién e intentan pasar de la mejor forma posible las reglas que el protocolo exige.Otra puerta se abre y la princesa Anastasia corretea por los pasillos envuelta en tules acompañada por tres niñas que son la clara representación de tres ninfas de Boticelli. 

 La que sigue es la escena más importante del film y no es otra que el famoso baile imperial, con ciento de personajes vestidos a la moda y el ceremonial exige mientras que bailan de un modo prusiano, perfecto, solo como ellos saben y pueden hacerlo. El baile dura unos minutos y el hombre que al principio del recorrido habló en off ahora se aleja de la sala y comienza a buscar la salida. 

Todo parece haber terminado y el hombre dice: “Señor, señor, es una lástima que no esté aquí conmigo. Usted podría entenderlo todo. Mire. El mar nos rodea. Estamos destinados a navegar por siempre… por siempre… a vivir siempre”. La cámara se desplaza hacia una de las ventanas de la sala y se ve a través de ella el oleaje del mar. La imagen comienza a balancearse. Los ojos del hombre nos demuestran el vaivén del arca, un arca que porta en su interior la historia y la cultura misma de Rusia.

El film es uno de los experimentos más maravillosos que se hicieron en cine en los últimos años y está considerada la toma más larga de la historia del cine. Sokurov tardó cuatro años en prepararla (ya que exigía una diagramación milimétrica de cada escena) y tuvo cuatro intentos antes del final. El museo sólo le habilitó un día para filmarla y debieron acondicionar varias salas debido a la cantidad de personas que minaron el lugar en las dos horas que dura el film.  2000 fueron los actores en escena, 22 los asistentes, 3 orquestas en vivo y una de las direcciones de arte mejor logradas de la historia.

Del resto de los elementos técnicos se podría hablar mucho pero lo mejor que les puedo decir es que la vean y saquen sus propias conclusiones. Sencillamente una obra de arte, en el mejor de los sentidos y en el sentido más amplio de la frase.

EL ARCA RUSA (2002, Rusia-Alemania) Dirección: Alexander Sokurov, Elenco: Sergei Dreiden, Mariya Kuznetsova, Leonid Mozgovoy, David Giorgobiani,Aleksandr Chaban, Maksim Sergeyev, Guión: Alexandr Sokurov (AKA Alexander Sokurov), Boris Khaimsky, Anatoli Nikiforov, Svetlana Proskurina, Música: Sergei Yevtuschenko, (96´-color)

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