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17 Feb
17Feb

El cine que habla sobre Oriente está cambiando. Quizás haya que agradecerle a la globalización el haber permitido con su acortamiento de fronteras la caída de muchos mitos que versaban sobre esa parte del mundo. El interés por contar temáticas que suceden en diferentes países de la región ya no está centrado en intentar echar luz sobre el que podría ser un potencial enemigo (como se entendió a todo aquello que venía del mundo islámico luego de la caída de las Torres Gemelas) sino más bien en desplegar una serie de elementos que hacen al marco histórico, político, social y religioso de esos grupos y que, en definitiva, son los que explican las causales de muchas de las conductas y problemáticas que forman parte de la realidad diaria que sucede en ese rincón del planeta.

Siguiendo esa línea de pensamiento es que el canadiense Denis Villeneuve se metió de lleno en contar la historia de Nawal, una mujer libia que atravesó su vida –y con su cuerpo- la parte más triste y negra de la historia de su país comprendida entre las décadas del 70 y 80 en la que las calles de Beirut fueron el escenario donde musulmanes y cristianos demostraban cuán alejados estaban de los dioses que prodigaban y cuán cerca del fundamentalismo y la locura.

La historia de Incendios comienza en el mismo momento en que Nawal -ante un hecho que la conecta con el recuerdo más doloroso de su pasado- cae en un estado de introspección e inconciencia del cual no sale jamás. De ese modo, ante la inesperada muerte sus dos hijos gemelos Jeanne y Simón reciben del escribano -que fuera en vida el empleador de la mujer- un testamento un tanto extraño compuesto por varias cartas y una llave. Esas cartas expresan la última voluntad de Nawal y que no es otra que la que viajen a una ciudad del Líbano (para la cual el director con la idea de no herir susceptibilidades crea un nombre ficticio) y que busquen al padre que ellos creían muerto y a un hermano del cual ignoraban su existencia.

Pero allí no termina todo, puesto que el texto del testamento termina diciendo que sólo cuando hayan cumplido con la voluntad expresada podrán darle una cristiana sepultura en el cementerio. La primera reacción de Simón es desestimar el pedido y proceder al entierro pero Jeanne, intrigada y siempre mucho más cercana a su madre decide ir sola en busca de la verdad que, para poder encontrarla, deberá atravesar el océano e inmiscuirse en un mundo completamente opuesto al que fue criada,no sólo en un país del mundo occidental sino además considerado “del primer mundo”. 

Motivada por la necesidad de encontrar la verdad Jeanne viaja sola a la ciudad en la que vivió su madre cuando joven y a partir de allí comenzará a develar un pasado de hondo dolor que su ella jamás les reveló seguramente con la idea de protegerlos y negarles una historia que acechaba como un peligro mortal si se la invocaba a través del recuerdo. Pero a medida que la joven va construyendo el relato de lo que fue la vida de su madre (no siempre con aportes positivos ni mucho menos con recuerdos felices acerca de quienes la conocieron) comienza a darse cuenta de que aquella mujer que la acompañó hasta el último momento de su vida, escondía una historia tan cargada de horror y sufrimiento que pocas personas en el mundo podrían haber soportado.

Es por eso que ante la cantidad de información que comienza a recibir – sobre todo de muchos personajes relacionados con la parte más oscura de la historia del país- llama a su hermano para que venga a acompañarla en la búsqueda de esos dos seres que parecen ser el último eslabón de una cadena que llevará como relicario final el esclarecimiento y la verdad acerca de sus propias identidades. Y así es como con la llegada del hermano, acompañado por el notario encargado de que se cumpliera el testamento, Jeanne descubre la verdad que se mantuvo en secreto durante años y que les llevará a explicar el por qué en el pueblo y en la ciudad se referían a su madre como “la mujer que canta”.

El film tiene muchos puntos a favor: el primero de ellos está relacionado con la elección de la historia. Cuando el espectador termina de verla no sólo asistió a un drama digno de una tragedia griega sino que, además, habrá adquirido un conocimiento extra acerca de los duros años de la guerrilla en el Líbano y lo cruenta que fueron las luchas entre musulmanes y cristianos, las cuales muchas veces, para los occidentales, aparecen como meras imágenes televisivas que transmiten hechos que llevan a cabo “los salvajes” de medio oriente. El otro acierto que tiene sin lugar a dudas es la forma en que está contada.

Sobre una estructura de racconto y flashbacks que evocan la fuerte presencia de la historia como un personaje omnisiciente (pero no por eso menos presente), el espectador tendrá la sensación de estar leyendo un libro ya que tanto los hechos como los diferentes personajes que desarrollan la trama son presentados y diferenciados unos de otros, como si se tratara de capítulos independientes pero que, en su conjunto, forman el corpus de la obra del mismo modo que sucede con un volumen de papel.

El último aspecto que vale la pena destacar es la dirección de arte y el despliegue de producción que le implicó a Villeneuve tener que reconstruir atentados terroristas en medio del desierto, filmar en locaciones exteriores en diferentes lugares de Beirut y conseguir los efectos especiales que hicieran que el nombre del film no fuera solo una metáfora. Incendios es una película que debería estar entre las diez mejores con temáticas destinadas a echar luz sobre diferentes culturas del mundo oriental.

Por la elección de la historia, la profundidad del mensaje que plantea, las actuaciones que están a la altura de las circunstancias y todos los aspectos que hacen a una técnica cinematográfica impecable (Montaje, Música, Dirección de actores, Iluminación, vestuario y escenografía) es un film que quedará en la historia del género y que bien vale la pena tener en la videoteca tanto de los cinéfilos como de aquellos interesados en cuestiones de historia y relacionadas con conflictos en medio oriente.

Ver INCENDIOS online (Francés, sin subtítulos en español)

Incendies. Dirección: Denis Villeneuve. Países: Canadá y Francia.Año: 2010. Duración: 125 min. Género: Drama. Interpretación: Lubna Azabal (Nawal), Mélissa Désormeaux-Poulin (Jeanne), Maxim Gaudette (Simon), Rémy Girard (notario Jean Lebel). Guion: Denis Villeneuve; a partir de la obra teatral de Wajdi Mouawad. Producción: Luc Déry y Kim McCraw. Música:Grégoire Hetzel. Fotografía: André Turpin. Montaje: Monique Dartonne. Vestuario:Sophie Lefebvre. Distribuidora: Alta Classics. Estreno en Canadá: 17 Septiembre 2010.

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