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24 Jun
24Jun

Turquía es mucho más que el lugar donde transcurren el Expreso de medianoche o la historia de amor de Don Onur y Sherezade. En el cine, Turquía es uno de los países de Oriente con mayor presencia en los festivales internacionales donde año tras año no sólo comparten historias interesantes sino que además demuestran un sólido manejo del lenguaje cinematográfico para mostrarlas en pantalla.

El caso de Nuri Bilge Ceylan es uno de los más representativos de ese nuevo cine. Con una carrera ascendente (desde que comenzó en el 95 en el mundo del séptimo arte no paró de forjar un nombre y ganar premios en los festivales más reconocidos) es el director que ha llevado a que el cine de su país, en la última década, alcanzara un sitio de privilegio con una obra que parece estar en sus comienzos y que aún tiene mucha tela para cortar en un futuro. Si bien Ceylán hizo varios trabajos previos, fue con Lejano y Three monkeys que se consagró como director de renombre, pero lo cierto es que con  Érase una vez en Anatolia es con la que logra ser reconocido a nivel mundial como una gran promesa del cine oriental.

Once upon a time in Anatolia (tal es su título en inglés)  es un film que transcurre en la inmensidad de las montañas de esa región, esa misma que en tiempos antiguos supo albergar a grupos nómades que la atravesaban en búsqueda de la tierra prometida y que hoy, casi tres mil años después, sigue siendo un espacio abrumador, extenso y que se alza en pantalla como una verdadera metáfora de lo vacíos y llanos que pueden llegar a ser algunos hombres, tal como esos a los que Ceylán dota de identidad, conflicto y los aplaca y empequeñece al tomarlos en amplios planos generales dando la idea de finitud e insignificancia del hombre frente al universo.

Quizás esa sea la causa por la cual las imágenes que aparecen en pantalla producen una extraña sensación, de ahogo y desasosiego en partes iguales. La austera pero enorme riqueza visual con la que fueron compuestas muchas de ellas invitan al espectador a sentirse dentro del paisaje y a ser uno más dentro del auto policial que durante toda una noche recorren la ondulada meseta de Anatolia en busca de un cuerpo que aparentemente fue enterrado por los dos sospechosos, quienes no dicen palabra, y parecen ausentes más que con un sentimiento de culpa que es lo que se espera en una situación así.

Con el correr de la noche - y a través de diálogos muy bien logrados- los policías, el médico forense y el fiscal de la causa van desnudando sus personalidades frente a cámara quedando expuestos de tal forma que, para la mitad de la trama, cuentan con los mismos conflictos, inseguridades, miedos y una sensación de vacío casi idénticas de aquellos que saben que en cuanto se encuentre el cuerpo buscado les caerá todo el peso de la ley turca, la cual se conoce como una de las más duras e implacables del mundo oriental.

Transformada en un derrotero que la aleja de ser un drama y la acerca a una road-movie (pero con un objetivo menos feliz que el de la satisfacción a través de la búsqueda personal) la historia de Ceylán podría definirse como un tríptico nocturno de seres atormentados por la culpa, el hastío, la falta de voluntad, sumados a algunos otros planteos filosóficos que valen la pena ser descubiertos a medida que avanza la trama y que explican muchas de las conductas y paranoias que caracterizan a los personajes.

Y cuando aparece el cadáver, la historia parece dar una vuelta de página y comienza a contarse una especie de epílogo donde el foco se traslada al triángulo encabezado por el  médico forense, la familia del muerto y el fiscal, y a través de ellos se puede lograr reconstruir algunos de los elementos que constituyen la costumbre turca y que si se los analiza en conjunto y no como cualidades personales, otorgan una mirada social que es casi una pintura de la época actual en esa zona del país.Si bien mencionamos la gran riqueza visual, el delicado trabajo de guión (sostenido básicamente en lo que se dice más que en lo que se hace) y una producción que habrá sido poco menos que faraónica (ya que, la mayor parte del film transcurre en exteriores, a largas distancias de la cámara y en medio de una geografía que para nada es amigable) de las actuaciones poco se puede decir dado que no son un elemento vital para el desarrollo de la trama.

Erase una vez en Anatolia es un film extraño, con un ritmo lento, intimista pero no por eso menos profundo ya que, desde el inicio de la historia, logra la identificación con el espectador y lo somete a que, en varias ocasiones, de los silencios y el amplio espacio de lo “No dicho” sea testigo de aquello que subyace en cada uno de los personajes, como si se tratase de un ojo que espía tras la mirilla sin ser advertido por los pequeños seres que deambulan por la estepa en medio de la oscuridad.Buena parte de la crítica mundial intentó adjudicarle interpretaciones que rayan lo político o lo social. 

Algunos advirtieron que el juego que propone Ceylán de largar a los personajes en la geografía de Anatolia como si fuera un circo romano podría ser interpretado como una metáfora del rol que le toca cumplir a Turquía en la nueva etapa que comenzó con su inclusión a la Comunidad Europea. Otros, en cambio, creyeron ver en el hecho de que los personajes busquen un cuerpo en medio de la noche una analogía con la necesidad de fijar un rumbo que los saque de la crisis económica que atraviesan desde hace un tiempo.

Lo cierto es que, más allá de las interpretaciones o conjeturas que se hagan sobre el film, es una pieza más que recomendable cuando se intenta un acercamiento a la cultura turca (parte indiscutida del mundo islámico que, en los últimos años, sentó una postura ambivalente en cuanto a fijarse una identidad propia ya sea como la puerta de entrada al mundo oriental o la de salida del mundo europeo). A través de ella y de su trama Ceylán realiza una acuarela de la condición humana y la coloca al lado de otras que ya realizó. Habrá que estar atentos a los nuevos lienzos que pinte, puesto que siempre invitan a mundos que valen la pena ser atravesados aunque sea a través de la pantalla.

ERASE UNA VEZ EN ANATOLIA (Turquía-2011), Dirección: Nuri Bilge Ceylan, Guión: Ebru Ceylan, Nuri Bilge Ceylan, Ercan Kesal,Elenco: Muhammet Uzuner, Yilmaz Erdogan, Taner Birsel, Ahmet Mumtaz Taylan, Firat Tanis, Ercan Kesal, Erol Erarslan, Ugur Aslanoglu, Fotografía: Gökhan Tiryaki, (Duración: 158´- Color).

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