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08 Aug
08Aug

El de las dependencias psicológicas y de los seres agobiados por los embates de una familia castradora son dos tópicos que mucho le dieron al mundo del séptimo arte. Desde ¿Qué le pasó a Baby Jane? de Robert Aldrich a El Dependiente de Leonardo Favio, los lazos familiares disfuncionales adquirieron interesante entidades en las pantallas y dejaron en claro que con el correr del tiempo van camino a convertirse en clásicos. 

Bajo esa idea es que el joven director español Eduardo Casanova pensó la historia de La Piedad, un verdadero hallazgo visual y narrativo en el que logra conjugar el drama, el thriller, el suspenso, la crítica política y todo ello acompañado por una estética preciosista y que remite a las más variadas influencias cinematográficas (entre las que se pueden advertir Stanley Kubrick, Chan Wook Park, Wes Anderson y hasta, por momentos de la trama, los mismísimos Alex de la Iglesia o Pedro Almodóvar

Así es como para contar La Piedad, Casanova realizó un gran trabajo de investigación y con él logró condensar semejante drama en el guión. Lily (Ángela Molina) es una mujer controladora, autoritaria y que cuida de su hijo adolescente Mateo (Manuel Llunel) como si se tratara de una criatura. Desde hace años está separada de su marido y nunca más volvieron a saber de él. La relación entre madre e hijo es de una absoluta simbiosis y ninguno de los dos puede pensar el día sin la presencia del otro, realidad que se transformará inevitablemente cuando a Mateo le diagnostiquen un cáncer en el cerebro y la muerte aparezca como la única posible de quebrantar el enfermizo vínculo. 

En el mismo momento en que Mateo es diagnosticado, su padre comienza a aparecer en pantalla y no sólo demuestra atravesar una profunda depresión, sino que, además, exhibe el deseo de no abandonar este mundo sin ver por última vez a su hijo. Y con esa otra parte de la historia, el espectador comienza a reconstruir en su imaginario que tanto Mateo como su padre son dos víctimas del carácter de Lily, a la que uno de ellos no duda en definirla como el sol ya que “si te alejas de ella te enfrías y si te acercas te abrasa”. 

Hasta ahí Casanova demuestra haber logrado una gran historia, atrapante, truculenta (por momentos es inevitable no dudar si el director de la pieza no es Alex de la Iglesia) llena de elementos dramáticos excelentemente planteados y resueltos pero consigue uno que hace del film una pieza más que interesante y no es otra que las reminiscencias al mundo coreano y la explotación de la metáfora para emparentar el universo dictatorial que sufre la población de Corea del Norte en relación directa con la dictadura implementada por Lily puertas adentro. 

Esa comparación entre ambos mundos es la que le permite al director elaborar una estética realmente muy particular y que le otorgan algunos elementos que, a futuro, pueden llegar a considerarse, constructores de un estilo (sobre todo teniendo en cuenta que se trata de un nóvel cineasta y que presenta un futuro promisorio). De esa forma, a través los 90 minutos que dura el film las reminiscencias artísticas, plásticas, culturales, ideológicas y estéticas del mundo norcoreano sobrevuelan la fábula y le imprimen una identidad muy bien lograda ya que la simbiosis entre el occidente que representa Lily y el Oriente de Kim Jong-un suponen dos caras de una misma moneda y reflejan de qué manera acaban los totalitarismos, sean del origen que sean.

Respecto a las actuaciones el trabajo resulta parejo, aunque, de más estaría aclarar porque la de Angela Molina es superlativa y articula con su fuerza la intensidad de las actuaciones de los demás actores. El hecho de que este haya sido un papel tan por fuera de lo que los espectadores del cine español esperan cada vez que aparece en pantalla, no hace que estos se decepciones, sino que, por el contrario, celebren que la que otrora fue una de las princesas de Buñuel, hoy tenga más que ganado el espacio para protagonizar surrealismo del más puro en la pantalla. 

La música y las diferentes escenografías (verdaderos espacios claustrofóbicos en negro, rosa o gris que delimitan el mundo en el que viven los personajes) son los dos elementos que más sobresalen en la puesta y los que logran consolidar una estética propia y totalmente diferente a las tradicionales del cine español. Ambas son una muestra acabada del surrealismo subyacente que acompaña a la historia y les otorgan a los actores los espacios y climas para que den rienda suelta a sus filias y fobias, logrando con ello un cuento magnífico.

LA PIEDAD (España-Argentina-2023), Dirección: Eduardo Casanova, Guión: Eduardo Casanova, Elenco: Angela Molina, Manuel Llunel, Ana Polvorosa, Maria Leon, Antonio Duran, Macarena Gomez, Daniel Freyre, Songa Park, Meteora Fontana, Musica: Pedro Onetto, Fotografía: Luis Angel Perez (84´-Color)

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