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04 Feb
04Feb

Siempre me pregunté que hubiera dicho Mijaíl Bajtín (padre y mentor de la teoría de los géneros literarios) si viviera y escuchara que a las películas ochentosas, pasatistas y con tramas hiperdivertidas se las califica como “Cine shampoo”. ¿Existe tal categoría? ¿Puede denominarse así a buena parte del cine que se hizo en los ochenta pensando en el público joven y que usó todos los clichés del cine? Y lo cierto es que la respuesta es sí, pero eso no quita que por creerlas piezas menores no sean dignas de crítica o de ser sometidas a análisis ya que fueron, son y serán parte de la historia del cine tanto como las denominadas obras maestras.

Por aquellos años se buscaba contar historias divertidas, con todos los tópicos de la época y con una sobredosis icónica de productos masivos de consumo por fotograma que, hoy, viéndolos a la distancia, causan no sólo gracia sino que bien merecerían un capítulo aparte para explicar cómo el cine americano fue uno de los grandes vectores publicitarios tanto para difundir los bienes de consumo como para sembrar los valores de la sociedad americana, la cual se alzaba como el faro que iluminaba todo lo que estaba por debajo de ella en el mapa.

De esa forma proliferaron las historias de adolescentes que buscaban su espacio en el mundo, quinceañeras que soñaban con el príncipe azul, academias de baile que rechazaban talentos e invitaban al melodrama, estudiantes con hambre de fama y también las de vampiros, clásico indiscutido y que aseguraba éxitos de taquilla desde que al buen Stoker se le ocurrió crear su monstruo chupasangre. 

Y una de ellas es Lost boys.Joel Schumacher (quien luego de ésta dio grandes éxitos como Línea mortal, Un día de furia, El cliente, la mejor versión cinematográfica que se hiciera de El fantasma de la Ópera  y la serie recientemente estrenada House of cards) condensa en Lost boys muchos de aquellos elementos ochentosos y logra con ello una pieza que forma parte del panteón de films de aquella década gloriosa y que ningún amante de esos años debería dejar de ver.

La trama cuenta la historia de dos hermanos, Sam y Michael Emerson que llegan junto a su madre a la ciudad de Santa Carla para instalarse en la casa de su abuelo dado que sus padres acaban de separarse. Apenas instalados comienzan a notar que la ciudad costera es algo extraña y, será Sam, quien primero se entere de que los vampiros acechan en cada rincón cuando, luego de asistir a una kermesse, conoce a dos adolescentes dedicados a la venta de cómics y que se autoproclaman como “Cazavampiros”.

Mientras tanto su hermano Michael (que encarna el prototipo del adolescente americano, bello, apolíneo pero con una dosis de candidez e ingenuidad que se devanea entre la infradotez y lo pueril) se relaciona de manera fortuita con un grupo de jóvenes motoqueros liderados por David (interpretado por un adolescente Kiefer Sutherland)  y que patrullan la ciudad en búsqueda de una víctima sobre la cual desplegar su violencia y su maldad.Pero una vez inmerso en el círculo de los jóvenes que le brindan su “amistad” Michael verá modificada su vida sustancialmente y comenzará el padecimiento de los no-vivos, salvo en los momentos en que utiliza tal condición para estar con la jovencita que el grupo tiene secuestrada y que aún se encuentra en un estado intermedio de la transformación vampírica. 

Cuando los hermanos cazavampiros son alertados por Sam de que Michael podría estar vampirizado despliegan un plan para acabar no solo con el joven sino con la banda completa de vampiros que desde hace años asola a Santa Carla y a todos los que allí habitan.El film, fiel a la época tiene una estructura tan precisa como un reloj. Todo sucede en el momento indicado, el planteo, los puntos de giro y la tensión de las curvas dramáticas, cómicas, románticas e icónicas la vuelven una película entretenida, impactante visualmente y con una estética que en los nostálgicos y fanáticos de los ochenta quitará más de un suspiro. (Todo ello sin contar la canción del final entonada nada menos que por Jim Morrison)

En comedias de ese tipo (con el ojo puesto más en el resultado que en los medios para llegar a él) resulta bien difícil evaluar capacidades interpretativas, aunque en este caso, los jóvenes que llevan a cabo la trama lo hacen de un modo muy convincente y logran el cometido para el cual fueron convocados (claro está que no debe haber sido fácil resultar convincentes en una época donde las máscaras y las lentes de contacto aún sonaban como máscaras y lentes de contacto).

The lost boys es recomendable para aquellos que busquen una comedia pasatista, entretenida, para ver en familia (ese era uno de los tópicos fundamentales de aquella época, entretener y crear cabezas masificadas para lo cual se pensaban guiones efectivos, tal como rezan las promociones comerciales: de cero a noventa y nueve años). Sin dudas una pieza pop para disfrutar y anotar en la lista de films inolvidables de aquellos años ochenta  en los que, para muchos, por última vez el mundo fue feliz.

THE LOST BOYS (1987-EEUU, Warner Bross) Dirección: Joel Shcumacher, Guión: Janice Fischer, James Jeremias, Jeffrey Boam, Elenco: Kiefer Sutherland, Jason Patric, Corey Haim, Corey Feldman, Jami Gertz, Edward Feldman, Dianne Wiest, Barnard Hughes, Jamison Newlander, Edward Herrmann,Billy Wirth, Alex Winter, Brooke McCarter, Chance Michael Corbitt, Alexander Bacon Chapman, Fotografía: Michael Chapman, Música: Thomas Newman, (98´- Color).

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